La implementación del chip para ejercer control sobre la venta de gasolina resulta insuficiente cuando se terminan administrando por medio de negocios truculentos
Simón Boccanegra/TalCualDigital
Como es sabido, en Zulia y Táchira le han colocado un chip a los automóviles que permite detectar cuántas veces cargan gasolina, supuestamente para evitar así el contrabando del combustible hacia Colombia.
Diversos medios han denunciado que el negocio de colocar los chips (y venderlos) lo lleva adelante un joven empresario, hijo del comandante Arias Cárdenas. Pagar y darse el vuelto llaman esa ingeniosa triquiñuela.
Ahora bien, para este minicronista, como para cualquier mortal con dos dedos de frente, el contrabando de gasolina, por su volumen, no tiene como protagonistas principales a los choferes de autos. Son centenares de miles de litros diarios que salen en barcos y gandolas desde las estaciones de llenado hacia el hermano país y hacia el Caribe.
Ese es el gran negocio y como todo el mundo sabe está en manos de algunos oficiales de la Guardia Nacional y otros más del Ejército, según denuncias del mismo presidente del Consejo Legislativo, Eliseo Fermín. Este minicronista se va a permitir una pregunta pendeja: ¿A esos barcos y gandolas les han colocado su respectivo chip? Por supuesto que no.
Gozan de la impunidad que concede el poder, sobre todo de ese que porta armas legalmente. Pero, además, hay que contar también con el factor incapacidad del oficialismo. De todas las estaciones de servicio de Maracaibo, apenas diez tienen el bendito chip y de los 800 mil vehículos alrededor que circulan en la ciudad no más de 10 mil lo portan. O sea que ni esa medida, insuficiente por sí misma, la pueden implementar. Pero seguramente cobran los chips al brinco rabioso.
De eso no quepa duda.
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