lunes, 26 de noviembre de 2012

Libros: Francisco Olivares

Foto cort. La Patilla

Hay la estructura del poder: Varias capas de tejidos interconectados entre sí: funcionarios que alternan entre cinismo y ferocidad, que pertenecen a cuerpos policiales o militares; jueces que son meros instrumentos de una enloquecida e injustificada sed de venganza; instituciones que desplazaron sus preceptos a condición de letra muerta y se dedican a ejercer en beneficio del puro mal monomaníaco; carceleros (as) que viven en estado de odio, la mente y la conducta puesta al servicio del horror y del asco; funcionarios y adherentes del régimen que escogen entre el silencio y el aplauso, el aplauso y el silencio.


Hay el modo en que la estructura de poder actúa: viola. El poder que lo viola todo: viola las leyes, viola los procedimientos, viola la lógica de la realidad, viola el modo en que ocurrieron los hechos, viola el sentido de las palabras, viola la intención de los ciudadanos, viola el derecho a la defensa, viola el cuerpo de una mujer indefensa, viola su necesidad de atención médica, viola su condición básica e irrenunciable de persona. Es el régimen violador.

El régimen que viola y anula vida de los ciudadanos.

Hay una víctima: María Lourdes Afiuni. Es decir: la propia existencia. La suya, la mía, la de nuestros hijos. La posibilidad de ciudadanía en Venezuela.

Hay un poderío: Sí, un régimen de impunidad. De violencia que puede ocurrir sin consecuencias.

El poder violador del régimen ha alcanzado este punto: ha violado la posibilidad del castigo. Ha derrotado todas las resistencias posibles. Viola y viola y viola y viola y viola y viola y así: tal es su especificidad. Su perpetuación.

Hay una conclusión posible: la que me permito ofrecer en pocas palabras: María Lourdes Afiuni representa la derrota moral del régimen de Chávez. Su sentencia. La mancha en el rostro. El expediente que nunca podrá quitarse de encima.

Hay un llamado. Un llamado urgente: hay que leer este libro, convertirlo en el paradigma de nuestras conversaciones, dentro y fuera de Venezuela. La campaña por Afiuni debe extenderse, proyectarse con nuevos bríos.

Hay unas palabras que merecen ser recordadas, dichas por María Lourdes Afiuni: "Jamás en mi vida pensé que eso me iba a pasar a mí. No esperaba eso. Me da una especie de susto porque es una responsabilidad, que de alguna manera adquirí. Una responsabilidad que no esperaba y que no busqué porque eso me da a entender que la gente espera mucho más de lo que yo he podido dar. Y entonces eso es como un peso que llevo encima".

Y de todo esto hay un autor y un título: el periodista Francisco Olivares, un hombre decente y profesional sin tachas, que ha acaba de publicar este libro sobrecogedor que es Afiuni. La presa del Comandante(Editorial La Hoja del Norte, Caracas, 2012).
Cort. El Nacional

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