Por: VenEconomía
Todos los vientos parecen indicar que se avecina una de las más duras contiendas electorales de la última década, donde por vez primera desde 1998 no estará la figura “religiosa” de Hugo Chávez a la cabeza del proceso.
Los ventarrones también indican que el oficialismo, una vez más, no dudará en utilizar todas las armas, sin importar que éstas sean amañadas, ilegales o letales. Muestra de esto es el desespero con el que están actuando los segundones de Chávez y de los Castro.
Primero con concentraciones masivas de calle, amedrentando a la población e intentando demostrar que el chavismo mantiene su fuerza popular. Segundo con una campaña adelantada de Nicolás Maduro, el ungido por Chávez antes de desaparecer en las fauces de La Habana, tratando de posicionarlo como presidenciable. Tercero, amenazando a diestra y siniestra con juicios espurios sin pruebas sustentables y con llevar a prisión a dirigentes de la Mesa de la Unidad (MUD) y del partido Primero Justicia, el más votado de los partidos democráticos en las últimas dos elecciones.
Sabe el oficialismo que se juega su “revolución”, y el futuro sustento del régimen cubano.
No obstante este tormentoso escenario, por primera vez en mucho tiempo, esta contienda ofrece a la oposición democrática una oportunidad de oro para retornar al país la gobernabilidad e institucionalidad perdida en estos 14 años.
Para comenzar, el ungido de Chávez (Nicolás Maduro) que estará al frente de la batalla es insípido, incoloro e insaboro. No tiene carisma ni despierta empatía en sus colegionarios. Tiene cientos de flancos débiles, con sombras de corrupción e incapacidad gerencial. No es el líder religioso que despierta pasiones, a quien los analistas y encuestólogos aconsejaban dejar quieto, no criticar, no señalar.
Por otra parte , Maduro tampoco tiene el aura de inocencia de Chávez, a quien la mayoría de los encuestados eximían de culpa del fracaso del gobierno en cuanto a seguridad ciudadana, alto costo de la vida, escasez o de la crisis carcelaria y del sistema eléctrico nacional así como de la debacle de PDVSA y el deterioro de la infraestructura vial. Por el contrario, representa a “los otros”, a esos funcionarios que no hicieron su trabajo y no ayudaron al comandante en su epopeya de darle el poder al pueblo.
Por último, de los resultados de los dos últimos comicios se observa que cuando se enfrenta una elección sin Chávez a la cabeza, la tendencia es a una mayor abstención del chavismo.
El reto de la oposición democrática para optimizar las posibilidades de triunfo es volver a cerrar filas en la unidad de todos los factores políticos y de la sociedad civil; plantarse con firmeza y energía para evitar los abusos e ilegalidades del Gobierno y su ministerio electoral; además de enviar un mensaje claro y contundente de que no aceptarán desviaciones de la norma constitucional.
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