Según el régimen bolivariano Chávez es Estado y pueblo a la vez. "El Estado soy yo", dijo muchas veces el difunto Presidente. Uno se pregunta entonces, ¿dónde reside la autoridad de Maduro? Pues en el cuerpo de un difunto. Nada más y nada menos
El contexto dicta el tema: hay que seguir hablando del problema de la corporeidad, de la encarnación del soberano. En el siglo XVI surge en Europa la teoría de la "corporación" del Rey, el cuerpo natural y el cuerpo moral, que no muere nunca.
Por eso se gritó en 1547 durante los funerales del Rey Francisco I en Francia: "¡El Rey ha muerto! ¡Viva el Rey!". Esta puesta en escena muestra la distinción entre la persona y la función: el cuerpo político e inmortal del Rey se superpone al cuerpo perecedero del soberano, que es a fin de cuentas el que puede morir.
En la Monarquía la cosa es clara: la perennidad de la soberanía se garantiza a través de la sucesión dinástica propia de ese régimen.
Ya vamos viendo cómo se ha reconvertido tal dispositivo en un régimen supuestamente democrático como el venezolano y cuáles son las consecuencias de jugar políticamente con la muerte del Presidente.
Se ha tratado de echar mano del doble cuerpo del Rey para entronizar al difunto Presidente y así poder garantizar la sucesión dinástica. Claro, y él que dictó la pauta del juego fue él mismo al designar su sucesor.
Señalemos varios elementos para intentar comprender este número de los contorsionistas políticos que nos gobiernan.
Primero, el cuerpo metafórico del difunto Presidente entra en competencia con otros cuerpos místicos, en particular con el de la Iglesia. Por eso estamos reproduciendo una querella viejísima: la del sacerdocio con los poderes temporales.
Recordemos que el Dios cristiano es un Dios encarnado, y el primer signo de la religión es el cuerpo. En el cristianismo, el cuerpo es el lugar de manifestación de lo divino. El hombre muere. Dios no.
El régimen bolivariano se concibe como eterno, en efecto. Vemos entonces que la temporalidad que quieren instaurar los que nos gobiernan no es laica, no es ciudadana ni propia de la república, sino que se presenta como eterna. Es en eso que quieren competir con la Iglesia.
Segundo, reyes como Luis XIV encarnaron la soberanía absoluta. La Modernidad va haciendo que ese cuerpo místico o simbólico se suceda en cuerpos simbólicos, más pequeños, a los que después serán los espacios del poder institucional del Estado naciente.
Con estos dos elementos en mano, analicemos la frase "Chávez somos todos". En efecto, Chávez es Estado y pueblo a la vez. "El Estado soy yo", dijo muchas veces el difunto Presidente.
Lo que conlleva a preguntarse sobre quién reposa la soberanía en este momento, ya que se hizo de la soberanía una cosa mortal, ya que se le hizo reposar sobre un cuerpo físico que murió. Eso por un lado.
Por otro lado, es bien sabido que el poder carismático tiene sus raíces en la noción de la unidad del jefe. El cuerpo del líder carismático es la esencia misma de su autoridad. Uno se pregunta entonces, ¿dónde reside la autoridad de Maduro? Pues en el cuerpo de un difunto. Nada más y nada menos. Para bien o para mal.
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