Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Las maneras como se ha manejado la cuestión universitaria en la era de Chávez es un modelo de mala fe moral y política de alta intensidad. El drama permanente, como se sabe, es simple. Las universidades libres, autónomas, del país han rechazado desde sus inicios y de manera masiva, profesores y estudiantes, las barrabasadas de este Gobierno de sargentos y bucaneros; todas las elecciones lo han demostrado.
Lo cual es una grave lesión para una sedicente revolución, sin juventud ni vanguardia intelectual. Bueno, ésta ha hecho todo por revertir tan poco gallarda situación. Trató de tomar la UCV a las patadas, al inicio del gobierno, y a las patadas fueron echadas las brigadas fascistas. De allí quedaron unas bandas armadas que durante más de un decenio han maltratado sistemáticamente las instalaciones y la paz de sus moradores no logrando otra cosa que hacer crecer el repudio hacia su calaña de matones a sueldo.
Por otra parte intentaron una ley de universidades, verdadero estercolero de populismo, que el Eterno tuvo que vetar por razones muy tácticas, al fin y al cabo la Universidad tiene un enorme poder en el país, por generar sus élites imprescindibles, por los millones de venezolanos que giran en torno a ella y por su tradición de luchas. Pero, muy en su estilo, poco después se trasladó arteramente un artículo de la Ley Orgánica de Educación para obligarla, sadismo calculado, a autoaplicarse un sistema electoral que acababa con el principio universal y necesario de su estructura meritocrática.
Lo que ha hecho que en años no pueda renovar sus autoridades.
No hay porque insistir, mucho se ha hecho en estos días, en el bestial cerco hambreador que redujo al absurdo los salarios de profesores y empleados y las ayudas estudiantiles. Cercenando de paso sus niveles de calidad docente, con una importante fuga de cerebros, y la posibilidad de cumplir fundamentales funciones, tan vitales como la investigación o la extensión.
Pero el Gobierno se dedicó a una labor muy sui generis. Crear universidades, supuestamente inclusivas y populares, que son una verdadera estafa a sus usuarios y que sólo el nombre tienen en común con esas complejas entidades. En un país en que toda la educación es un desastre, con una alta deserción temprana y en el que ni siquiera hay personal para cubrir asignaturas esenciales de la educación secundaria, resulta que triplicamos los universitarios brasileños, sexta economía del mundo y con uno de los más vertiginosos desarrollos científicos y tecnológicos del planeta y doblamos la media del subcontinente. Y proporcionalmente tenemos más estudiantes de educación superior que Estados Unidos, China, Francia, Japón o España, entre muchos otros.
Somos el quinto país del mundo, una potencia como pide el Plan de la Patria. No hay que hacer muchos comentarios para caer en cuenta de la aberrante farsa que se ha montado, triste circo para el consumo clientelar. Payasada planetaria.
Pero que ahora se utiliza, con aberrantes manipulaciones legales, como trasgredir normas constitucionales y firmes disposiciones legales en una contratación colectiva, algunos devaluados churupos de por medio, para demostrar que las verdaderas universidades (todavía) son un minoritario 15% de la educación superior y una bagatela numérica si sumamos empleados, obreros, egresados y hasta consejos comunales y vendedores de chucherías.
El resultado de todo esto no será otro, si no nos oponemos como lo estamos haciendo, que la desaparición de lo más entrenado y funcional de la inteligencia venezolana y su conversión en una sórdida noche donde todos los gatos son pardos. Y el país no en una potencia, sino en una parranda de ignaros.
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