Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
En una entrevista publicada en nuestra última edición de fin de semana la periodista Nitu Pérez Osuna, despedida de Globovisión por sus nuevos dueños, habla con no poca dureza de éstos, de sus manchados currículos por fechorías financieras (Banco Barinas, riqueza súbita, banda de los enanos...) y de sus objetivos últimos de poner el canal, hasta ayer opositor, al servicio de la hegemonía mediática del régimen chavista.
Sobre lo primero, que no es la única vez que lo hemos leído, tenemos poco que agregar, esperemos que el tiempo vaya develando los meandros de esa inusitada y peculiar operación donde se mercadeó un producto cuyo inventario tiene más valores ideológicos y políticos que contables, que no es cualquier mercancía.
Por ahora importan más los objetivos de la nueva política, la línea editorial, del renovado canal y su peso en los equilibrios comunicacionales de la política nacional, tan importantes para la escasa salud democrática que nos queda.
Es obvio que lo que se puede ver en pantalla sin ser asiduos televidentes (en Venezuela obvia perversión) es un cambio del muy definido militantismo opositor del canal, opuesto a militantismo de medios del otro bando igualmente flagrante, por una suerte de enfriamiento político y de búsqueda de una especie de equidad informativa, objetividad, deslizamiento hacia el centro o como quiera llamarse. Todo ello de manera paulatina, cortando cabezas y programas, evitando que el canal tome posiciones en cuanto tal ("Aunque usted no lo crea", "Usted lo vio") o trasmitiendo a Capriles sin mediaciones programáticas, pero manteniendo también un conjunto de programas claramente sesgados, un ancla fundamental y un tono general más bien opositor donde comienzan a multiplicarse elementos de "equilibrio".
De aquí se pueden sacar algunas luces y una extensa sombra.
Es obvio que si se quería mantener una viabilidad económica, ganancia, tan ansiada por todo empresario, no se podía cambiarle totalmente el tercio a una audiencia, y a algunos anunciantes, devota y apasionada. Recordemos al sustituto oficialista de RCTV que pretendió vampirizar la enorme audiencia de la señal y terminó en un baldío mediático sin audiencia tangible, fenómeno común a todos los intentos chavistas de hacerse sentir en el ámbito comunicacional, cosa que hasta el Gigante lo dijo más de una vez. Pero a su vez, si a uno le da por chuparse el dedo después de viejo, se podría pensar que un tal apaciguamiento del furor radioeléctrico que nos ha abrazado durante lustros, de volver a una televisión tonta y dedicada a divertir como la de antaño, en aras de la transición, el diálogo, el reencuentro y otras problemáticos fantasmas que nos visitan después del abril electoral se podría pensar que son las intenc iones de las financistas trastocados en comunicadores. Como tan bien resulta evidente que ese designio cuenta con el apoyo, ideológico y quién quita que muy material, del Gobierno militar y populista que garantiza futuro y plusvalía.
La sombra es que para que esto último funcione se necesita un plan global que implica que el enfriamiento sea global, que involucre a la otra parte sino se convierte en una táctica hegemónica de nuevo cuño, comprar y no expropiar o dar zarpazos. De ese plan nada sabemos, nada, y tampoco vemos los signos que lo manifiesten. Las infames cadenas y los abusos del sistema oficial parecen los mismos. Y como los vendedores y compradores parecen proliferar, lo de la Cadena Capriles es ya un hecho y se rumoran otros negocios, hay que estar muy atentos a no dejar de seguir muy de cerca esta curiosa mezcla de mercancías y poder político. Ciertamente intrincado.
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