Cuando Hugo Chávez detentaba la batuta de Venezuela se generaban escándalos tras escándalos, se conocía de corruptelas y corrupciones a granel y se gestaban fracasos y más fracasos en cuanto proyecto, política o plan anunciara.
Ahora, con Nicolás Maduro, el sucesor de la silla de Miraflores que usurpa el poder, los escándalos, los fracasos y la corrupción prometen elevarse a la n potencia.
No hay día que amanezca o decline sin que salte una liebre por algún lado de Venezuela o del globo terráqueo, trayendo consigo denuncias sobre desfalcos, estafas, sobrefacturaciones, comisiones ilegales, entrega de territorio y hasta involucramiento de funcionarios civiles y militares en tráfico de drogas a nivel internacional.
Recién se comienza a leer en la prensa nacional sobre el caso del avión de Air France con uno de los cargamentos de cocaína pura más grandes descubiertos en Paris, que pasó de largo y de incógnito sobre todos los controles habidos y por haber en Venezuela, hecho por cierto recibido con muy bajo perfil por los poderes públicos nacionales pero que ameritó una acusación de Maduro involucrando a la DEA (Drug Enforcement Administration) en el envío. O sobre el caso Derwick y sus contratos para adquirir plantas eléctricas y otros insumos durante la emergencia eléctrica de 2010, dados sin licitación y con grosera sobrefacturación. O de la entrega de la mina Las Cristinas a China, como especie de regalía por los $5 millarditos que vendrán a oxigenar la economía y a llenar bolsillos de algunos boliburgueses. O sobre el permisivo silencio ante la violación de la soberanía territorial por parte de Guyana en la fachada atlántica de la zona Deltana.
Esto aún cuando no se termina de clarificar el caso de la estafa del Bandes, ni el desfalco por más de $84 millones asignados al Fondo Chino Venezolano que serían destinados a los planes de producción de alimentos durante 2011 y 2012, y otros muchos más.
Si esto no fuese poco para la deficiente e ineficaz gestión de Nicolás Maduro, que lleva apenas unos seis meses de duración, ahora se comienza a mostrar en toda su extensión la gigantesca corrupción que azota a las derruidas empresas básicas de Guayana, y que tantas veces denunciaran el diputado de la MUD, Andrés Velásquez y el articulista Damian Prat.
No se trata ya sólo de Ferrominera, donde como resume una noticia del Correo del Caroní “ha pasado de todo” en tres años, entre otras “una decena de accidentes laborales con implicaciones graves, la detención del secretario general, huelgas de hambre, marchas, buques cargados con droga, el asesinato de un trabajador y ahora siete personas asociadas a un proceso penal por corrupción y legitimación de capitales”.
Se trata ahora de las denuncias que trae un trabajo de investigación realizado por el Instituto de Prensa y Sociedad y publicado simultáneamente en El Universal, El Correo del Caroní y en el sitio web www.armando.info. En estos medios se explica en toda su extensión cómo los gobiernos de Chávez-Maduro no solo han llevado a la quiebra a las empresas básicas de Guayana sino que han hipotecado a Guayana, en especial a las estatales de aluminio. Las alúminas, según estos informes han sido convertidas “en una suerte de maquila de Glencore, la mayor comercializadora de materias primas en el mundo. La trasnacional de origen suizo resultó ser el principal proveedor, cliente y en ocasiones hasta prestamista, al comprar su producción a futuro a cambio de efectivo inmediato”.
Y este cuento apenas comienza a relatarse.
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