Un peculiar encuentro donde resaltó por encima de todo la presencia de dos de los más grandes boxeadores que ha dado el país: Carlos "Morocho" Hernández y Francisco "Morochito" Rodríguez, el primer campeón mundial y el primer ganador de oro olímpico. Se habló de pugilismo, de peleas ya idas, de victorias, derrotas y de pegadas demoledoras, entre otras cosas
HÉCTOR BECERRA/TalCualDigital
En días pasados, en pleno remate del dulce receso vacacional y por una de esas inesperadas carambolas, tuvimos la fortuna de asistir, privilegio más bien, a un peculiar encuentro donde resaltaba por encima de todo la presencia de dos de los más grandes boxeadores que ha dado el país: Carlos "Morocho" Hernández y Francisco "Morochito" Rodríguez, el primer campeón mundial y el primer ganador de oro olímpico.
Como es de suponer, se habló allí de pugilismo, de peleas ya idas, de victorias, derrotas y de pegadas demoledoras, entre otras cosas. El tema de las pegadas, lograr un consenso sobre quién ha sido o es el peleador venezolano que más duro ha impactado a sus rivales con los puños enguantados, se robó la mayor parte de la conversa.
Y dio paso a la típica e inacabable sana controversia. ¿Cómo ponerse de acuerdo en materia tan complicada, donde hay tantos aspirantes a llevarse los honores y además gente tan conocedora? Al final, el disenso desembocó en unanimidad.
El "Morocho" es el hombre. Ese ha sido, si nos atenemos a los argumentos de la mayoría de los presentes, el púgil nacido en esta tierra con la pegada más temible sobre un ring. Por lo menos a partir de la segunda mitad del siglo XX para acá parece no haber dudas al respecto, porque tenemos difusos testimonios al alcance sobre aquellos legendarios Víctor "Sonny" León, Simón Chávez, Oscar Calles y Enrique Chafardet, por citar a varios de los ídolos más lejanos de nuestros padres y abuelos.
Se recordaba en la tertulia cómo en la época de oro del caraqueño de La Pastora, a finales de los años 50 y comienzos de los 60, no había boxeador que quisiera enfrentársele, dada su fama de anestesiante aporreador.
De Hernández, con una altura que rondaba los 1,80, atlético y de largo alcance de brazos, decían que era uno de los más temidos exponentes del deporte de las narices chatas. "Un peso ligero y welter que pegaba como peso completo", se lee en las viejas crónicas.
Diversas historias sobre tan contundente y explosiva derecha se dejaron colar en la relajante reunión. Aquí van algunas de las víctimas más promocionadas del criollo: Kenny Lane, un estadounidense de Michigan a quien le fracturó la mandíbula de un certero manotazo; José "Mantequilla" Nápoles, celebre fajador cubano nacionalizado mexicano, al que le conectó un potente gancho al hígado que lo dejó sin aire por un buen rato y que jamás pudo sacarse de la memoria; y el argentino Nicolino Locche, apodado el "Intocable" y ganador de 117 combates, a quien "tocó" tan duro que lo derribó en el segundo round ante miles de incrédulos aficionados en el mítico Luna Park de Buenos Aires.
La fama de pegador del pastoreño, tan letal como una "patada de burro", la tenía bien ganada. Carlos Ortiz, un puertorriqueño que llegó a conquistar las fajas mundiales ligero y welterjunior, siempre rehuyó enfrentarse al "Morocho", así su título de campeón no estuviera en juego.
El boricua, ni zoquete que fuera, siempre consiguió una excusa para escurrir el bulto y esquivar aquella poderosa derecha. Hasta los sparrings, los boxeadores pagados para guantear en las prácticas, evitaban subir al ensogado contra el fuerte pegador.
En Internet se consigue una anécdota reveladora del respeto que generaba. "Pegaba tan fuerte que no conseguía sparrings en su peso ligero. Por ello sus sparrings eran de pesos muy superiores, welters, semi pesados, etc. Una vez uno de ellos, de apellido Amarista, logró conectar al Morocho en la boca en el primer round de guanteo, provocando un hilillo de sangre... Amarista en el descanso se acercó a su second y le dijo presuroso: 'quítame los guantes, rápido, porque ese carajo me puede matar'".
Ese temor a caer derribado a la lona por Hernández, cuando éste se encontraba en su momento de mayor esplendor, hizo que se le dificultara encontrar una pelea por el campeonato.
La oportunidad le llegó en 1965 frente a otro nativo de EEUU, Eddie Perkins, a quien derrotó paradójicamente por decisión de los jueces y no antes del límite como todo el público esperaba, para convertirse así en el primer campeón mundial venezolano de la historia (welter junior). Apenas realizó con éxito dos defensas de su título y luego comenzó su declive.
Recapitulando, algunos de los conversadores que inspiraron esta nota hablaron de Alfredo Marcano, el cumanés que ganó la corona universal de los ligeros en 1971 con un tremendo uppercut derecho al mentón del japonés Hiroshi Kobayashi, puño salvador en las postrimerías de la refriega.
El vasco Xabier Cosjuela lo recuerda muy bien. Mencionaron a Nelson Ruiz, un joven que entusiasmo a la fanaticada boxística nacional en los 70 con su seguidilla de 15 triunfos por la vía del KO.
Y también recordaron al bárbaro merideño Edwin Valero, trágicamente desaparecido tras hilvanar un récord de 27 victorias por nocaut en el primer asalto, merecedor del libro Guinness, y conquistar dos campeonatos mundiales.
"Ese tenía una mano de hierro, creo que le hubiera ganado al propio Manny Pacquiao si lo pesca con un golpe y a Floyd Mayweather, ese no es como el Canelo ese", terció Rubén Medina, nuestro conocido barbero ex boxeador, quien no se hizo profesional porque se cansó de recibir golpes.
Ciertamente Marcano, Ruiz y Valero, como puede haber muchos otros, fueron muy grandes pegadores, pero según la galería el "Morocho" estuvo por encima de ellos. Ninguno tuvo que solicitar un permiso especial a la policía, una especie de licencia para golpear, por si atrofiaba a alguien que buscara agredirlo en una pelea callejera. Ciencia o ficción, Hernández de que pegaba, pegaba.
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