Creo que razones sobran en esta ciudad que se ha vuelto tan convulsionada: dos horas de cola en la autopista, dos horas más para pagar en el supermercado e igual no tener los productos completos, visita a tres farmacias para encontrar productos de aseo personal
KENNA NARVÁEZ/TALCUALDIGITAL
Cada mañana llevo a mi bebé de 8 meses a la ventana a saludar al Señor Sol. En el ascensor repetimos los buenos días a cada persona que vemos. El reconocer que somos parte de lo que vivimos, sentimos y experimentamos cada día, que podemos impactar de alguna manera a todos los que entran en contacto con nosotros (la sonrisa de un bebé suele ser arrolladora y te hace comenzar el día de una forma distinta) te hace asumir que en gran parte eres responsable, si bien no de lo que pasa, sí del manejo de las emociones y reacciones ante lo ocurrido.
Cada día estamos en relación constante con nuestro entorno, nuestra familia, nuestra comunidad y hasta la naturaleza. Actualmente la situación económica en la familia, y el país en general, suele arropar a muchos de nosotros.
Comenzamos por no sonreír en casa pues estamos agotados, a prácticamente gruñir mientras va transcurriendo el día, y muchas veces a explotar al final de la tarde. Creo que razones sobran en esta ciudad que se ha vuelto tan convulsionada: dos horas de cola en la autopista, dos horas más para pagar en el supermercado e igual no tener los productos completos, visita a tres farmacias para encontrar productos de aseo personal. En fin, definitivamente el ánimo cambia y el próximo que se atraviese en mala hora, pierde.
Pero olvidamos que esto es un espiral, y que si cada uno de nosotros se va cargando y reaccionando de la misma manera, terminaremos inmersos en este tornado cuya fuerza no nos permitirá salir.
¿Entonces, cómo construiremos ciudadanía? ¿Qué haremos por vivir medianamente en paz? Y muchas personas pensarán que este país ya no necesita de eso... que hay cosas más importantes. Pero por el contrario, son justo estos elementos intangibles los que necesitamos rescatar con urgencia.
El que se va del país tiene otras prioridades, otras perspectivas, pero si usted ha decidido quedarse o no tiene otra posibilidad, pues esta es su opción. Intentar sortear todos los elementos que el ámbito político y económico nos imponen e intentar medianamente poder vivir, al menos, sin gastritis por tantas molestias diarias. Sin duda la apuesta comienza por la familia. Construir el ambiente amable para que cada integrante quiera llegar a casa, al menos, para allí poder sonreír ampliamente.
Queremos niños sonrientes, abuelos que no mueran de depresión, sino rodeados de amor. Y sé que es supremamente difícil, cuando en vez de respirar oxígeno limpio, muchas noches se tiene que oler bombas lacrimógenas.
Pero debe seguir siendo la familia ese contenedor donde el individuo se cargue de energías positivas para poder seguir irradiando uno que otro rayo al día siguiente.
¿Recuerdan la película aquella Cadena de favores?, pues bien, mi invitación el día de hoy es para que forjemos el valor del respeto y la alegría en casa, y hagamos el esfuerzo de al menos hacer dos cositas hacia afuera: una acción positiva, y brindar una que otra sonrisa durante el día a algunas de las personas con las que interactuamos.
Si todos lo hacemos, seguramente en algún momento alguien te sonreirá a ti, y alguien hará algo bueno. Al final, todos tendremos un ratico de un mejor día.
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