MERCEDES MALAVÉ | EL UNIVERSAL
En medio de clamores de júbilo y derrota por el Mundial Brasil 2014, nos llega la sorprendente carta testimonial del mentor y ejecutor económico del chavismo, el revolucionario radical Jorge Giordani. Confieso que, como no soy economista, leí la carta como venezolana, testigo del tiempo histórico en el que me tocó vivir, con la apertura y el respeto que merece toda confesión que se hace desde la conciencia.
Pienso que Giordani arremetió contra Maduro en un acto de libertad senil, como lo dice al final de su carta, y de plena convicción ideológica, pues comunista que se respeta se enfrenta al poder instituido. Esto es así porque el comunismo enseña a adversar, no a gobernar. Sin embargo, es una lástima que a sus tantos años de edad, Giordani no pueda apelar a una instancia de poder independiente para ejercer sus denuncias y hacer justicia. Ahorcado en su propia soga cometió un suicidio político más dentro de las filas del chavismo.
Otra noticia también sorprendente es que el campeón alemán de Gran Prix, Michael Schumacher, ha salido del estado de coma en el que se encontraba después de su terrible accidente de esquí. Aunque la familia ha decidido, con rigurosidad germana, mantener en la intimidad los detalles acerca de su estado de salud, uno puede hacerse una composición de lugar para imaginar cómo se alegrarían por cada adelanto fisiológico, por cada pequeña reacción, por cada señal de vida que el corredor fue dando durante estos meses. ¿Qué hubiese ocurrido si la familia Schumacher adelanta la muerte del campeón mundial por falta de esperanza?
Venezuela está enferma desde hace muchos años, y en estado de coma, quizás, a partir de la instalación del régimen comunista, veneno mortal de los sistemas democráticos. Las actitudes desesperanzadas aparecen por doquier: en los diagnósticos fatalistas, en la apatía de muchos, en las predicciones de guerra civil, en la desconfianza hacia los actores políticos. Pero estas posiciones lejos de traer salud y bienestar al enfermo lo que hacen es decretar la muerte, llevar a la desesperanza. Y no hay nada más antipatriótico que quitarle a un pueblo la esperanza en su tierra y en su gente. ¿Quién se imaginaba que en pleno auge del precio del petróleo un ministro de la importancia de Giordani iba a lanzar una misiva como ésta, que termina de hacer pública la profunda gravedad, no de la Venezuela digna, popular, sino de un régimen corrupto?
Tenemos más que razones para alimentar una actitud esperanzadora apoyada en un pueblo que, aunque permanece enfermo, demuestra signos vitales de ciudadanía, y defensas morales y democráticas. La esperanza no es una actitud utópica ni idealista frente a la realidad, sino una visión necesaria y verdadera cuando de materia humana se trata. No existe determinismo, ni siquiera a nivel fisiológico, que pueda llevar a conclusiones seguras. No debemos decretar la muerte en ninguna situación por muy "en coma" que estén las cosas.
La esperanza se define como seguridad de alcanzar lo que no se tiene, confianza en el porvenir, afirmación de que el bien y la verdad siempre se impondrán por encima de la maldad, la mentira y el error ¿No ha ocurrido así en la historia universal? Es cierto que a veces los saldos de muerte y destrucción son trágicos, pero recordemos que el bien triunfa no sólo en la tierra sino también en el más allá donde hoy reposan felices los que supieron seguir los imperativos de su conciencia, por más graves que hayan sido sus errores. La misericordia nos alcanza a todos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario