Está apareciendo en nuestra televisión una muy curiosa publicidad, por lo demás bastante primitiva y mal confeccionada, que vende la idea de que "el Imperialismo existe". El anunciante es un ente desconocido para la mayoría de los venezolanos. De la misma manera es fácilmente detectable aquién va dirigido el sorprendente mensaje
FERNANDO RODRÍGUEZ/TALCUALDIGITAL
Está apareciendo en nuestra televisión una muy curiosa publicidad, por lo demás bastante primitiva y mal confeccionada, que vende la idea de que "el Imperialismo existe" y da algún ejemplo de las supuestamente nocivas actuaciones de éste. Unas son verdaderas, otras falsas y otras medias verdades.
El anunciante es un ente desconocido para la mayoría de los venezolanos. Ahora bien, no hay que ser un descifrador de discursos como esos que leyeron subliminalmente, es decir, sicarialmente a Leopoldo López, para pensar que una afirmación como la citada indica que para alguien o para muchos el asunto es dudoso, tanto que hay que gastar unos buenos cobres en ratificarlo.
Nadie saca una cuña diciendo que Nicolás Maduro Moros existe. A lo mejor alguien sí la sacaría para decir que es colombiano o hizo fraude en las elecciones presidenciales.
De la misma manera es fácilmente detectable aquién va dirigido el sorprendente mensaje. No a los opositores porque estos no creen en el Imperialismo, digamos como fase superior del capitalismo, aunque puedan reconocer acciones de carácter imperial, peces grandes que se comen a los chicos, y que no sólo son propias de Norteamérica sino, por ejemplo, de los comunistas rusos que montaron un imperio enorme y arbitrario, tanto que se deshizo con un soplo de la historia.
Y se puede ir más lejos porque seguramente quienes emiten el mensaje no deben dudar demasiado que todo opositor es un enemigo interno, es decir, un agente encubierto del coloso nórdico, por tanto no sólo cree en él sino lo vive y lo sustenta. De donde se puede concluir que seguramente es un mensaje de un sector radical del chavismo a otros más pragmáticos que quieren reubicar el país vuelto una "pocilga" (Osborne dixit) dentro de la racionalidad del capitalismo en la cual, todavía, el socio mayor es el propio Imperio.
No parece azarístico que la desconcertante operación publicitaria coincida con el inicio firme de la reconstitución de relaciones entre Estados Unidos y Venezuela, maltrechas desde el 2010, con un risueño intercambio de encargados de negocios. Lo cual tuvo una curiosa dinámica durante la cual el gobierno madurista combinaba las más estrafalarias acusaciones de complicidad gringa con todo aquello que comenzó el 12 de febrero con una voluntad firme y muy servil que lo llevó hasta nombrar un embajador sin reciprocidad alguna.
Y, por supuesto, ésta sería sólo una pieza del conjunto de medidas que los revisionistas intentan contra el pueblo, como el cambio único, el alza del precio de la gasolina, la solapada liberación de precios, la búsqueda de inversionistas trasnacionales, la conchupancia con los burgueses endógenos para siempre golpistas y otras barbaridades. En fin, todas esas cosas que hoy hacen hablar tanto de ruido de sables, traiciones y lealtades, transiciones a lo Ugalde o a lo bestia, apocalipsis económico, etc.
No está de más señalar que de verdad el concepto de Imperialismo yanqui está en descenso, si pensamos en los años duros de no ha mucho. Y no sólo porque Obama es afrodescendiente auténtico sino porque le ha dado por seguir la tendencia dominante de la Norteamérica actual, encerrarse en casa y dejar que los demás arreglen sus propios rollos, por ejemplo iraquíes, sirios o ucranianos.
Hasta Vargas Llosa ve en esta postura de renuncia al liderazgo planetario una muestra de la decadencia de Occidente. En América Latina, especialmente, se quejan muchos de que si bien ya no hay los atropellos de antaño, sí hay una total indiferencia despectiva de la administración obamista.
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