SEBASTIÁN BOCCANEGRA/TALCUALDIGITAL
Dentro del chavomadurismo se están produciendo unas nuevas reacciones a la carta de Jorge Giordani. Si bien al principio fueron de rechazo o de respaldo, ahora hay algunos que matizan su cuestionamiento señalando que no debió haberlo hecho público. Que los trapos sucios se lavan en casa. Que una persona de su nivel y experiencia "revolucionaria" no podía ventilar sus críticas de esa manera.
Pero sobre el fondo del asunto no dicen mayor cosa. No señalan que está equivocado en eso de que se gastó mucho dinero, de manera irresponsable, para garantizar la reelección del difunto "eterno". Ni tampoco que haya cuestionado la "independencia" de Pdvsa y su jefe Rafael Ramírez.
Tampoco dicen ni una palabra sobre el gran robo de los 20 mil millones de dólares que denunciara el exministro de Planificación y cuya principal guarida fueron las oficinas de Cadivi.
Por cierto, ¿quién las dirigía? Los nuevos cuestionamientos apuntan más bien a que una persona tan moderada, tan controlada, tan ecuánime según los parámetros chavomaduristas- no haya medido las consecuencias de decir, como dijo, que Nicolás Maduro no transmite liderazgo. Menos hacerlo en la actual coyuntura.
Repiten lo que los viejos comunistas decían cuando se cuestionaba a la extinta Unión Soviética: hacer esas críticas públicas es darle armas al enemigo. Deberían preguntarse si así como en el pasado los críticos tenían la razón, no estará pasando lo mismo ahora.
Pues Giordani también dice en su carta que Maduro no lo recibía, no atendía sus observaciones, no las respondía siquiera. Entonces lo que hizo tiene dos causas: aclararle a todo el mundo que él quiso lavar los trapos sucios en casa, y que aunque algunos no lo crean, también es humano y tiene sangre en las venas.
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