La encuestadora Gallup que acaba de medir el índice de felicidad de los países del mundo, encontró que el nuestro es uno de los más felices del planeta. El listado es así: Dinamarca, Suecia, Canadá, Australia, Finlandia y Venezuela, empatada con la que le precede. Yo no tengo derecho a dudar de esta empresa encuestadora, porque siendo gringa ella y agente del imperio uno, estaría muy mal criticarla, la duda ofende. Así pues, doy por cierto que la felicidad se ha instalado entre nosotros. El 64% de nuestros compatriotas está sumamente contento y satisfecho. Son gente que transita nuestras calles, viaja en el Metro, hace mercado, cobra sueldos, manda niños al colegio y toma la autopista a oriente en Semana Santa.
Lo que me produjo la noticia es una cochina envidia: ¿Por qué estoy en el 36% y no en el 64? ¿Qué hace que una gente a la que le cortan la luz, no le pagan sueldos dignos al punto que hay que hacer huelga de hambre para lograr aumento, a la que asesinan en las calles los fines de semana, esté tan feliz? Me temo que se trata de dos felicidades diferentes la de los daneses y la nuestra.
Quizá los daneses entienden la felicidad como una suerte de equilibrio entre el modo de vida colectivo y la satisfacción individual y creen que ésta en buena parte proviene de aquél. Creo que nuestra felicidad es mucho más individualista, que nuestra noción de colectivo tiene como límite una parrilla dominguera. Sabemos que aunque el país se hunda nos va a ir bien y en algunos casos, la cosa va más allá: nos va bien gracias a que el país se hunde, de que hay dinero fácil, de que es más rentable especular con las importaciones que fajarse a sembrar porque te expropian, sin contar a los que simplemente se chorean los fondos públicos, que deben estar felicísimos, por la impunidad con que lo hacen.
El hecho es que estamos felices, aunque eso arreche a los amargados como yo. Y en verdad se percibe: hasta el tipo que se te acerca a decirte que la vaina está muy mal y que a esta revolución no hay quien la aguante, lo hace campaneando un mayor de edad y manejando un carro último modelo. Me pregunto: ¿no será que la cosa entre nosotros es así y ya?, que hay gente empeñada en cambiar lo que se debe aceptar, como cuando uno ve a una persona revisando las bolsas de basura y te invade la angustia sociológica del "no puede ser" y frente a aquello, no falta un despreocupado que te diga: "déjalo tranquilo, vale, ahí donde tú lo ves, él es feliz así...".
Los venezolanos les ganamos a los gringos, a los ingleses y hasta a los antiparabólicos españoles.
La agencia que reseñaba la noticia lo hizo diciendo algo como: "sorpresivamente Venezuela compartió el cuarto lugar con Finlandia". Debo reconocer que ese "sorpresivamente" me golpeó. Traducido a la jerga de moda de los chamos que, cercanos al millón, han abandonado el país, ese "sorpresivamente" equivale a: "maric o, esto tiene que ser mojón". Y es que no se entiende por qué la gente nuestra huye masivamente de la felicidad para irse a vivir a países menos felices que el nuestro.
Ya viene la marcha del 1º de mayo. Creo que los partidarios del proceso no deberían dejar de lado esta reveladora encuesta Gallup del índice de felicidad global. Quizá hasta una consigna podría sacarse de ella para el desfile: ¡¡¡La Gallup lo dice!!! ¡¡¡y es la verdad!!! ¡¡¡que con mi comandante!!! ¡¡¡todo es felicidad!!!
Lo que me produjo la noticia es una cochina envidia: ¿Por qué estoy en el 36% y no en el 64? ¿Qué hace que una gente a la que le cortan la luz, no le pagan sueldos dignos al punto que hay que hacer huelga de hambre para lograr aumento, a la que asesinan en las calles los fines de semana, esté tan feliz? Me temo que se trata de dos felicidades diferentes la de los daneses y la nuestra.
Quizá los daneses entienden la felicidad como una suerte de equilibrio entre el modo de vida colectivo y la satisfacción individual y creen que ésta en buena parte proviene de aquél. Creo que nuestra felicidad es mucho más individualista, que nuestra noción de colectivo tiene como límite una parrilla dominguera. Sabemos que aunque el país se hunda nos va a ir bien y en algunos casos, la cosa va más allá: nos va bien gracias a que el país se hunde, de que hay dinero fácil, de que es más rentable especular con las importaciones que fajarse a sembrar porque te expropian, sin contar a los que simplemente se chorean los fondos públicos, que deben estar felicísimos, por la impunidad con que lo hacen.
El hecho es que estamos felices, aunque eso arreche a los amargados como yo. Y en verdad se percibe: hasta el tipo que se te acerca a decirte que la vaina está muy mal y que a esta revolución no hay quien la aguante, lo hace campaneando un mayor de edad y manejando un carro último modelo. Me pregunto: ¿no será que la cosa entre nosotros es así y ya?, que hay gente empeñada en cambiar lo que se debe aceptar, como cuando uno ve a una persona revisando las bolsas de basura y te invade la angustia sociológica del "no puede ser" y frente a aquello, no falta un despreocupado que te diga: "déjalo tranquilo, vale, ahí donde tú lo ves, él es feliz así...".
Los venezolanos les ganamos a los gringos, a los ingleses y hasta a los antiparabólicos españoles.
La agencia que reseñaba la noticia lo hizo diciendo algo como: "sorpresivamente Venezuela compartió el cuarto lugar con Finlandia". Debo reconocer que ese "sorpresivamente" me golpeó. Traducido a la jerga de moda de los chamos que, cercanos al millón, han abandonado el país, ese "sorpresivamente" equivale a: "maric o, esto tiene que ser mojón". Y es que no se entiende por qué la gente nuestra huye masivamente de la felicidad para irse a vivir a países menos felices que el nuestro.
Ya viene la marcha del 1º de mayo. Creo que los partidarios del proceso no deberían dejar de lado esta reveladora encuesta Gallup del índice de felicidad global. Quizá hasta una consigna podría sacarse de ella para el desfile: ¡¡¡La Gallup lo dice!!! ¡¡¡y es la verdad!!! ¡¡¡que con mi comandante!!! ¡¡¡todo es felicidad!!!
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