En materia inflacionaria Chacumbele y su gobierno estánen un pantano de arenas movedizas. Mientras más se mueven más se hunden. Están cogidos en una trampa inflacionaria, montada por el propio gobierno, de la cual no logran zafarse; por el contrario, todo cuanto hacen contribuye a acelerar la velocidad con la cual suben los precios y con ello se encogen los sueldos y salarios.
Frente a la inflación al gobierno no se le ocurre ninguna otra respuesta que el incremento anual del salario mínimo. Pero prisionero de la trampa inflacionaria, este aumento periódico produce una paradoja. Por un lado, siempre se queda a la zaga de la inflación pasada, o sea que no compensa lo que perdió el poder adquisitivo en el año anterior, pero, al mismo tiempo, pese a que ante los ojos de los asalariados el aumento luce mezquino, en la práctica es más gasolina para la candela de la inflación. Ese incremento salarial, que obliga a mover toda la escala, por encima del mínimo, se traslada inevitablemente a los costos de producción y, a través de éstos, a los precios de todos los bienes y servicios. En definitiva, más inflación.
En el caso del aumento decretado el martes, siendo en total de 25%, se queda por debajo de la inflación anualizada desde marzo 2010 a marzo 2011, que fue de 27,4%. Para el 1º de mayo será más o menos similar. En total, pues, el aumento es inferior a la inflación pasada y, paradoja de paradojas, está bastante por encima de la inflación proyectada para este año. Es la trampa inflacionaria: suben los precios, se aumentan los salarios y la inflación da otro brinco. Es una carrera que siempre pierde la tortuga salarial frente al conejo de los precios. El primer tramo del aumento del martes, de mayo a septiembre, es de 15%, que será tragado por la inflación de ese lapso; el segundo tramo, de septiembre a mayo de 2012, se disolverá en la inflación de ese periodo. Al final la situación de la gente que vive de sueldos y salarios será todavía peor que la de ahora porque al paso que vamos la inflación de este año se anuncia mayor que la de 2010.
El resorte principal de la trampa inflacionaria, en nuestro caso actual, es la irresponsabilidad fiscal. El gasto público, desorbitado, sin control alguno, movido por las exigencias electorales, casi completamente improductivo, hace imposible contener la inflación. Mientras este resorte no sea desmontado, mientras no se instaure una estricta disciplina fiscal y se eliminen los dos presupuestos, uno oficial, aprobado por el Parlamento y otro secreto, el del Fonden, manejado a voluntad por el Presidente; mientras no se controle el irresponsable ritmo del endeudamiento público (también para alimentar el gasto corriente) la trampa inflacionaria continuará asfixiando al país y al gobierno. Esto, sin hablar del potente efecto inflacionario de la destrucción del aparato productivo interno y de la importación de alimentos, cuyos precios están otra vez al alza.
De manera que si Chacumbele cree que con ese aumento salarial puede mejorar sus alicaídas perspectivas electorales, se va a caer de un coco.
Frente a la inflación al gobierno no se le ocurre ninguna otra respuesta que el incremento anual del salario mínimo. Pero prisionero de la trampa inflacionaria, este aumento periódico produce una paradoja. Por un lado, siempre se queda a la zaga de la inflación pasada, o sea que no compensa lo que perdió el poder adquisitivo en el año anterior, pero, al mismo tiempo, pese a que ante los ojos de los asalariados el aumento luce mezquino, en la práctica es más gasolina para la candela de la inflación. Ese incremento salarial, que obliga a mover toda la escala, por encima del mínimo, se traslada inevitablemente a los costos de producción y, a través de éstos, a los precios de todos los bienes y servicios. En definitiva, más inflación.
En el caso del aumento decretado el martes, siendo en total de 25%, se queda por debajo de la inflación anualizada desde marzo 2010 a marzo 2011, que fue de 27,4%. Para el 1º de mayo será más o menos similar. En total, pues, el aumento es inferior a la inflación pasada y, paradoja de paradojas, está bastante por encima de la inflación proyectada para este año. Es la trampa inflacionaria: suben los precios, se aumentan los salarios y la inflación da otro brinco. Es una carrera que siempre pierde la tortuga salarial frente al conejo de los precios. El primer tramo del aumento del martes, de mayo a septiembre, es de 15%, que será tragado por la inflación de ese lapso; el segundo tramo, de septiembre a mayo de 2012, se disolverá en la inflación de ese periodo. Al final la situación de la gente que vive de sueldos y salarios será todavía peor que la de ahora porque al paso que vamos la inflación de este año se anuncia mayor que la de 2010.
El resorte principal de la trampa inflacionaria, en nuestro caso actual, es la irresponsabilidad fiscal. El gasto público, desorbitado, sin control alguno, movido por las exigencias electorales, casi completamente improductivo, hace imposible contener la inflación. Mientras este resorte no sea desmontado, mientras no se instaure una estricta disciplina fiscal y se eliminen los dos presupuestos, uno oficial, aprobado por el Parlamento y otro secreto, el del Fonden, manejado a voluntad por el Presidente; mientras no se controle el irresponsable ritmo del endeudamiento público (también para alimentar el gasto corriente) la trampa inflacionaria continuará asfixiando al país y al gobierno. Esto, sin hablar del potente efecto inflacionario de la destrucción del aparato productivo interno y de la importación de alimentos, cuyos precios están otra vez al alza.
De manera que si Chacumbele cree que con ese aumento salarial puede mejorar sus alicaídas perspectivas electorales, se va a caer de un coco.
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