Tal parece que, en un Estado comunista, como el que se busca imponer en Venezuela a todo sector que quiere producir, lo agarra el chingo de los precios controlados o lo agarra el sin nariz de las importaciones.
Por un lado, el chingo mantiene una política de fijación de precios controlados que no cubren los costos de producción. Como es de esperar, muchos productores sencillamente dejan de producir y se genera escasez e inflación.
Claros ejemplos de las víctimas del chingo, son los caficultores a quienes hace unos meses se les fijó el precio del café grano en Bs.F.747 el quintal, en momentos cuando los caficultores señalaban que el costo promedio de producción de un quintal estaría en el orden de Bs.F.1.445, incluyendo 25% de rentabilidad. Cómo resultado de esta política errónea se importa casi 50% del café que consumen los venezolanos, cuando hace pocos años atrás Venezuela exportaba el café.
Similar situación viven los productores de arroz y harina de maíz precocida, a quienes la semana pasada se les fijó nuevos precios de venta que no cubren los costos de producción. En el caso del arroz, aunque la industria había solicitado un aumento de 56,7%, para cubrir costos y obtener una ganancia de 10,6%, el incremento aprobado fue apenas de 26%. Por su parte, el precio de la harina de maíz precocida recibió un incremento de 20,47%, siendo que el precio del maíz había subido 30,4% apenas dos semanas antes.
Paralelamente, el sin nariz agarra a otros sectores agrícolas, cuando a pesar de estar éstos en plena producción y venden a precios justos, el Gobierno impone una política de importación desleal vendiendo el producto en sus redes de distribución a precios subsidiados por debajo de los precios del mercado.
Éste es el caso de los productores de hortalizas de los estados Lara y Mérida, quienes este lunes iniciaron protestas en Quibor (Lara) rechazando la importación de unas 30.000 toneladas de cebolla en momentos cuando están a punto de recoger la cosecha de este año y está garantizado el abastecimiento nacional a precios justos. Con ello, también el sin nariz agarra a unos 20.000 puestos de trabajo que están en pico de zamuro.
Al final, el chingo obliga a la importación para cubrir la demanda y el sin nariz importa para estrangular al productor. En ambos, pierde Venezuela.
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