lunes, 27 de febrero de 2012

Polarización, ese cáncer

Para salir de la hastiante polarización política deberá debatir para llegar a acuerdos que persigan no el bien del político o del partido sino de la sociedad en general. Los políticos deben lograr, en suma, un lugar común que, en nuestros tiempos, es el menos común de los lugares: gobernar para el bien de todos. De esa manera podrá darse una transición pacifica, que culmine con una alternancia civilizada

JUAN CARLOS APTIZ B./NDO/TalCualDigital
La victoria de Henrique Capriles Radonski en las primarias de la Mesa de la Unidad Democrática venezolana, ha sido recibida con un entusiasmo casi unánime. No es casualidad, pues el tono de su campaña fue siempre respetuoso y dirigido a buscar un acuerdo general de proyecto de nación.

Parece que nuestro candidato presidencial desea inocular a la sociedad venezolana contra una de las enfermedades más virulentas de la política moderna: la polarización.

Así, para salir de la hastiante polarización la clase política venezolana deberá debatir para llegar a acuerdos que persigan no el bien del político o del partido sino de la sociedad en general. Los políticos venezolanos deben lograr, en suma, un lugar común que, en nuestros tiempos, es el menos común de los lugares: gobernar para el bien de todos. De esa manera podrá darse una transición pacifica, que culmine con una alternancia civilizada.

Apenas hace unos días, en su primer informe de gobierno, Barack Obama explicaba, con su elocuencia característica, por qué Estados Unidos ha caminado en sentido opuesto a lo aquí sugerido. Desde hace al menos 15 años, la política estadounidense se ha dedicado a coquetear con el abismo de las diferencias irreconciliables.

Toda la estrategia electoral, e incluso el propio gobierno de George W. Bush, giraron alrededor de la discordia. Bush gobernó desde la derecha y para la derecha, sin ninguna atención a las necesidades de la minoría ni mucho menos algún intento de encontrar coincidencias.

El resultado fue el encono. Hoy, los republicanos hacen lo mismo con Obama. En la discusión de la reforma sanitaria, Obama consiguió el apoyo de un miembro del partido antagonista. ¡Uno de 300 votos posibles entre representantes y senadores republicanos!

De ahí que el Presidente advirtiera sobre los riesgos del cáncer de la polarización: "Lo que causa frustración al pueblo es un Washington en el que cada día es día de elecciones", dijo Obama.

"No podemos estar siempre en campaña, con el único objetivo de ver quién puede avergonzar al rival; la idea de que, si tú pierdes, yo gano. Ningún partido debe retrasar ni obstaculizar cada proyecto de ley simplemente porque puede hacerlo". Y después concluyó con una frase magistral: "fuimos electos para servir a los ciudadanos, no a nuestras ambiciones".

La advertencia de Obama no podría llegar más a tiempo para Estados Unidos. Thomas Friedman, columnista del New York Times, alertaba después sobre el peligro real de inestabilidad política en tierra norteamericana. EEUU no puede darse el lujo de la inquina y la parálisis.

Pero la llamada de atención de Obama debiera servir también a la clase política mexicana. La polarización ( atender a las ambiciones de los elegidos antes que a las necesidades urgentes de los electores) es una receta no sólo para el colapso de un sistema político sino para el desgaste de una sociedad entera.

Es momento de dejar la discusión estéril sobre las políticas gubernamentales. Se debe fomentar un debate que produzca acuerdos y cambios auténticos. No se trata de dinamitar al oponente para reducir sus posibilidades en la búsqueda del poder. A veces, a nuestros políticos, del bando que sean, se les escapa una paradoja cruel: la persecución maníaca del poder tiene como única consecuencia final la erosión del mando que se busca. Es una muerte lenta pero inevitable.

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