Una de las opciones, representada por Henrique Capriles, pone el acento en un gobierno de integración nacional para la construcción democrática y la inclusión social. La misma tiene a su favor varios elementos que podrían darle la victoria el venidero 7 de octubre
ELEAZAR NARVÁEZ/TalCualDigital
Resta un poco menos de cuatro meses para que, mediante la elección del presidente de la República, podamos decidir acerca de la vida que anhelamos para Venezuela en el próximo sexenio. Una decisión de trascendental importancia y de gran responsabilidad que estamos llamados a sopesar con extremo cuidado.
Que nos convoca a todos como ciudadanos a una mayor participación reflexiva y activa en el tiempo que tenemos por delante. Esto se entiende por lo mucho que está en juego, también por la cantidad y complejidad de los problemas y desafíos que debemos enfrentar en ese proceso electoral.
Una de las opciones, representada por Henrique Capriles, pone el acento en un gobierno de integración nacional para la construcción democrática y la inclusión social. La misma tiene a su favor varios elementos que podrían darle la victoria el venidero 7 de octubre.
Algunos de ellos se reafirmaron en la impresionante movilización del pasado domingo 10 de junio, todo un reencuentro en la calle con la esperanza de una Venezuela mejor: apoyo masivo, entusiasta y espontáneo de personas de variadas edades y estratos sociales, así como de diversos sectores y dirigentes de distintas tendencias comprometidos con la unidad y los propósitos de cambio social en libertad y con democracia. Un candidato joven, saludable y enérgico, con un modo afable y sencillo de relacionarse con la gente y un discurso centrado en las soluciones a los graves problemas que hoy afectan la calidad de vida de los venezolanos.
Seguramente, las bondades de esos y otros rasgos de dicha candidatura se fortalecerán con la continuación de su extraordinaria campaña cara a cara a lo largo y ancho del territorio nacional. También con la profundización de su política de alianzas cónsona con el espíritu unitario y pluralista que la anima.
Sin embargo, hay que poner en marcha acciones contundentes dirigidas a neutralizar tanto el ventajismo y las prácticas intimidatorias del régimen, como las posibles maniobras fraudulentas del oficialismo para inflar la votación de quien, por ahora, es su candidato. El uso de recursos públicos en las actividades proselitistas de éste, la no depuración del registro de votantes, la generación de temores con el SAI, escamoteo de votos en mesas, arbitrariedades como las sufridas por los venezolanos residenciados en Miami, son, entre otros, algunos de los problemas que deben atacarse con prontitud y determinación.
Sobre la otra opción, la del candidato de la Patria y del planeta Tierra, ya sabemos lo que significaría su triunfo: reelección de quien, ahora en precario estado de salud, trataría de imponer, con su desaforado personalismo militarista y un anacrónico catecismo revolucionario, un programa de Gobierno que con toda seguridad agravaría el desastre nacional provocado por el régimen que ha presidido durante catorce años. Más de ese adefesio llamado Socialismo del Siglo XXI, con el cual se viola la Constitución y se le niegan a la población del país las posibilidades reales de un verdadero bienestar y de una vida digna.
¡Vamos con la unidad de Venezuela para todos los venezolanos!
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