Un millón de personas en Caracas, más miles en Maturín, San Félix, Cumaná y Maracay nos dicen que algo bueno está pasando, que arrancamos con buen pie. Que las derrotas y errores anteriores se vuelvan palancas para el éxito y no un freno. Que tanta sapiencia, sin sorna, se ponga también a buscar votos, y debilidades enfrente, que nos fortalezcan. Hay un camino
RICARDO RÍOS/TalCualDigital
Cuando Teodoro denunció que el zar rojo de todas las Rusias iba desnudo y que era un ser adiposo, con las manos ensangrentadas, burocrático y antidemocrático, nos dejó a todos en estado de crítica permanente. Aquí no hay líder sagrado, los dirigentes lo son en medio de observaciones muy duras.
No hay otra forma de exorcizar el horror total en que devino el comunismo, la más acabada propuesta política para superar la pobreza y las injusticias en el siglo XIX, cuya buena imagen sobrevivió hasta ya terminando el siglo XX. Esta crítica contumaz es un enorme ejercicio ético que muchas veces ha tropezado con la eficacia que la acción política reclama, frenándola o entorpeciéndola, con las consecuenciales y siempre muy desagradables derrotas.
Esto le pone un contrapeso importante a tan delicada ecuación: de nada vale un paralizador purismo ético si impide que un buen programa político se pueda aplicar o si permite que se perpetúe en el poder la banda de corruptos panzones que simulan en un programa de 5 puntos anacrónicos y etéreos, el plan de asalto al erario público que ha venido exponiendo el "milagrosamente curado" candidato oficialista.
Este es un tema colateral que se me antoja oportuno tocar en vísperas del comienzo de la campaña electoral, considerando los variados análisis que se hicieron de las presentaciones. En particular, me llamó la atención lo que generó en algunos el discurso de Capriles al culminar una marcha que duplicó, y más, la concentración de Chávez el lunes y la de clausura de Rosales en 2006.
El mejor representante de la retórica circular en el país es el Presidente, estamos agotados de 14 años de demagogia, embustes, sensiblerías y manipulaciones del sentir y el desear popular; queremos salir de eso. El discurso de Capriles no fue así, pero no satisfizo a gente acostumbrada a convertir en brillo óptico el verbo vital de sus dirigentes. En cuanto a contenidos, me dirán si haber expuesto en pocas palabras los ejes de su campaña es peor que las tres horas de insultos, insinuaciones militaristas y politiquería decimonónica y delirante del saliente.
En la complejidad de la conducción de una campaña unitaria, multiforme e integradora, es tarea del Comando Venezuela prestarle la debida atención a esta intranquilidad oratoria. Lo que no puede ser es que se pretenda aceptar el denigrante discurso del más conspicuo representante del chavismo: Mario Silva, como un dato del sentir del sector a conquistar. Lejos de mí pretender negar o controlar la crítica, eso es tan inútil como un reglamento para regular el desafuero amoroso.
Un millón de personas en Caracas, más miles en Maturín, San Félix, Cumaná y Maracay nos dicen que algo bueno está pasando, que arrancamos con buen pie. Que las derrotas y errores anteriores se vuelvan palancas para el éxito y no un freno. Que tanta sapiencia, sin sorna, se ponga también a buscar votos, y debilidades enfrente, que nos fortalezcan. Hay un camino.
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