Foto VÍCTOR CH. VARGAS/ CARETAS |
LUIS F. JIMÉNEZ/ TalCualDigital
El encuentro en Lima salvó a Nicolás Maduro pero “acompañamiento” de Unasur no servirá para la grave situación que se avecina en Venezuela. Los miembros de seguridad del presidente venezolano no estaban nada preocupados con la situación la noche del jueves 18 de abril.
Cuando Nicolás Maduro aterrizó en Lima, las cartas ya estaban todas echadas. Tibisay Lucena, presidenta del Consejo Nacional Electoral, había anunciado que se realizaría la auditoría a los resultados de las elecciones tal y como lo exigía la oposición, mientras el sucesor de Hugo Chávez acudía a la reunión de emergencia en la capital peruana, convocada en medio de la violencia que se cobró siete vidas.
“En vez de tragarse el sapo en Lima se lo tragaron en Caracas”, reflexiona una fuente de Palacio. “La auditoría era condición sine qua non para la reunión”.
En esas circunstancias, se supo que fue una cita tranquila, donde los presidentes hablaron lentamente y con palabras medidas. “Ninguno quería tirar la primera piedra”, razona la fuente.
Mucho se ha criticado a Ollanta Humala por viajar a la toma de posesión de un gobierno que comienza en tal deslegitimación, pero el Presidente optó por no hacer olas. En realidad, era difícil no viajar. De los asistentes a Palacio solo el chileno Sebastián Piñera pudo escabullirse de volar a Caracas y hasta el colombiano Juan Manuel Santos, inicialmente cauto, terminó por asistir a la toma de mando.
Para un veterano diplomático, el error de Humala estuvo en la convocatoria previa que de todas maneras le iba a sacar a Maduro las castañas del fuego. Cristina Fernández de Kirchner le debe mucho al régimen venezolano y Dilma Rousseff voló a Lima con Marco Aurelio García, el influyente canciller en la sombra desde los años de Lula y un importante aliado del chavismo.
Al final, el comunicado de los presidentes revistió a Maduro de un barniz de aceptabilidad. Pero, como están las cosas en Venezuela, sigue siendo apenas un tenue maquillaje.
Es paradójico que muchos asuntos resulten previsibles en Venezuela. Así, fue previsible que el CNE proclamara a Maduro como presidente; que los presidentes de Unasur lo reconocieran y que asumiera la presidencia rodeado por ellos, entre los que era previsible que estuviera Raúl Castro, quien fue ovacionado.
También fue previsible que se terminaran los dólares y debieran cerrarse las importaciones de bienes básicos, mientras se ampliaba la brecha entre el dólar oficial y el de mercado. También fue previsible que, ante el estrecho margen de la “victoria” de Maduro, Elías Jaua y Diosdado Cabello –con posiciones diferentes a las de Maduro dentro del chavismo– exigieran “autocrítica”.
Lo “previsible” en la situación obedece a la estrategia de hechos consumados que aplica el gobierno para imponer a Maduro como sucesor de Chávez. Esta estrategia incluye la “mano dura” contra la oposición y el ataque a la “burguesía” y a EEUU, lo cual hace pensar en los mentores cubanos de Maduro, ya que en Cuba la mano dura tiene décadas y ser antiamericano rinde frutos políticos.
Pero estamos en Venezuela. Resultó previsible, en fin, que Maduro ofreciera “un gobierno milagroso” pues solo con milagros se las puede arreglar, ya que la “mano dura”, el antagonismo político y el estado calamitoso de la economía tendrán consecuencias letales para la estabilidad y continuidad de su gobierno. Es la herencia envenenada del “comandante presidente”.
LA AUDITORÍA
Lo que no había sido previsible fue que Unasur apoyara la auditoría del 100% de los votos, acercándose a la posición de EEUU. Esta concesión fue arrancada por la oposición ante la posición bamboleante de Maduro y la negativa del chavismo oficial.
Con esta decisión, Unasur contribuyó a reducir las tensiones en Venezuela y, según trascendió, de no haber sido aceptada por los venezolanos, hubiese impedido a los presidentes actuar en conjunto.
Apoyaron inicialmente la condición de la auditoría Santos (Colombia), Piñera (Chile) y Humala (Perú) y se opusieron a ella Kirchner (Argentina) y Morales (Bolivia).
Se estima que la auditoría del 46% de cajas de votación restantes llevará alrededor de un mes. Es posible que en ese proceso puedan identificarse otras irregularidades, pues implica el examen del acta de votación (emitida por la computadora), recuento de las boletas de votación (para ver si coinciden con el número de votantes) y el cuaderno de votación (en el cual constan la identidad del votante, su huella dactilar y su firma).
La condición de la auditoría impuesta por Unasur puede haberle evitado el error de contribuir solo a consolidar falsamente a Maduro y servirle eventualmente para facilitar el diálogo y el entendimiento con la oposición, es decir, con la otra mitad de la sociedad venezolana.
Unasur no observa elecciones; las “acompaña” sin emitir “juicios valorativos”. Algo así como “turismo electoral” para amigos con afinidad ideológica. La observación electoral, en el hemisferio, comenzó como instrumento para ayudar a superar situaciones complejas y se desarrolló en la OEA. Debido a las repercusiones de esta actividad, ella fue perfeccionada con un conjunto de métodos específicos.
Hasta que aparecieron los “bolivarianos”. Ellos inventaron el acompañamiento en lugar de la observación electoral. La debilidad práctica de la misión de Unasur se revela por el hecho que es difícil acceder a información sobre el número y distribución de sus miembros, por ejemplo. Se habla de poco más de cien personas.
ALEGADAS IRREGULARIDADES
Se alegan las siguientes irregularidades en las elecciones presidenciales del 14 de abril:
-Existen videos en que están captadas “votaciones asistidas”. En estos, un tercero interviene cuando el votante decide y vota. Estas intervenciones están prohibidas por ley en todo el mundo. Es imposible saber cuántas “votaciones asistidas” se realizaron, pero es suficiente un video para enturbiar el sistema.
-Otro video en YouTube “Fraude en Venezuela 14 de abril” explica la contradicción estadística existente entre el cómputo del 98 % de los votos –a partir del cual el CNE concedió el 51,66% a Maduro y el 49,7 a Capriles– y la forma en que los votos se distribuyeron en el 2% restante, cuando se dan las cifras correspondientes al 100%.
Según el video, es estadísticamente imposible que los votos del 2% se hayan distribuido tan marcadamente a favor de Maduro. Este elemento debe examinarse pues, de ser verdad, arrojaría fundadas dudas sobre la posible manipulación de los resultados del escrutinio por parte del CNE; si se hizo para el 2%, pudo hacerse para una cantidad mayor.
-Capriles, en conferencia con la prensa extranjera, expresó que observadores de la oposición fueron expulsados de 283 mesas a punta de pistola y que es inverosímil que en 1.200 mesas Maduro obtuviera más votos que Chávez el 7 de octubre pasado.
-La proclamación de Maduro se hizo sin contar los votos emitidos en el extranjero que siempre dieron a Capriles márgenes amplios de ventaja.
MANO DURA
Maduro anunció la aplicación de “mano dura” cuando prohibió la manifestación convocada por Capriles para el miércoles 17 de abril. Se habían producido ya ocho muertos y Capriles suspendió la convocatoria para evitar la violencia.
El presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello, impidió el uso de la palabra a los representantes que no reconocían expresamente a Maduro como presidente. Dos representantes fueron agredidos físicamente y uno de ellos recibió 18 puntos de sutura en su frente. La policía y los “motorizados” perseguían a quienes batían ollas o se manifestaban contra la juramentación de Maduro.
Ante la posible erupción de violencia, el Papa Francisco expresó su “viva preocupación” y reclamó “vías justas y pacíficas para superar el momento de grave dificultad que vive” Venezuela. El oficialismo acusa a Capriles de instigar a la violencia. Éste sostiene que solo pretende, pacíficamente, un recuento de los votos.
La escasa delegación de “acompañamiento” de Unasur determinó que no haya realizado un verdadero control del proceso electoral. De allí que se limitara a asumir la misma posición del gobierno: aceptar los resultados y canalizar las quejas a través de procedimientos burocráticos.
Lo que ha quedado de manifiesto es que, en situaciones trascendentes como la de Venezuela, ha debido practicarse una observación electoral igual a las realizadas en el pasado por la OEA y la Unión Europea. La imparcialidad es la base de la credibilidad y Unasur ha perdido toda credibilidad. La previsible y grave situación que se avecina en Venezuela requerirá una forma de intermediación política más sólida, integral y experimentada.
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