Para que la suerte y el destino de los venezolanos no esté en manos de los que nos quieren confiscar la libertad, la democracia y la soberanía, y además dilapidar nuestras riquezas
LEANDRO AREA/TalCualDigital
Intentemos precisar, describir, y hasta donde se pueda exorcizar, los fantasmas de carne, hueso e ideología, que pretenden, acoquinar un país fácil, llamado Venezuela, en donde hay tanto loco suelto.
Primero están los que pretendiéndose y empinándose tal napoleones, militares gobernando civiles que imponen su sombra glotona y pistolera de dictadores; allá los que se los deliran, creen o siguen en comparsa, lactando en el mar de la felicidad; por doquier los que prefieren mirar hacia otra parte, lombrices desterradas, para eludir la cruda realidad; y otros muchos, millones, que decidieron no dejarse arrebatar la libertad y lidiamos por ella democráticamente.
De igual forma, variopintos aparecen comediantes por aquí o desde allá con la aspiración de inocular sus pesadillas o contaminar más aún nuestros espacios descampados con sus jeringas infectadas de virus invasivos.
Intereses sobran, ¡imagínese Usted con el petróleo de por medio y a qué precio! Militares no faltan, civiles tampoco, cívico-militares menos, iluminados o profetas a veces, catedrales electroacústicas, operativos inalámbricos, cohetes de éxtasis, cables submarinos, chupones de petróleo, capitalistas o comunistas, qué más da, o artistas asexuados que se contonean maullando por el barrio de nuestros desamparos. Hay de y para todos los gustos, razas, religiones, géneros, degenerados, ambiciosos.
Andamos cada vez más arrinconados, escasos, sumideros, comprando en el mercado negro, oxígeno, tranquilidad, dizque sexo, respeto, libertad, comida, orientación, vínculo, justicia, todos con fecha de defunción caduca.
¿No es cierto? Y la receta para pordioseros que nos embuten desde el gobiernote minero es de un desprecio mayúsculo pues resulta que en estos tiempos tan adelantados y tan sórdidos que medio vivimos, necesitamos más que nunca darnos una palanca de orgullo, una red de dignidad, una columna de autoestima, cariño, ideas, ilusiones, mucho más que de un mendrugo de pan, un chequecito, o una franela y una cachucha rojasrojitas, ya que somos más huérfanos que pobres ¿Verdad? Sería tan contundente entregar una dosis de afecto o de dignidad contra la depresión y el hastío. Dejar que la gente abonara libre su destino en vez de arrebatárselo, confiscárselo, invadírselo.
Además, el gobierno vive de la pobreza, del estancamiento, son su razón de ser; de la falta de hospitales, de la inseguridad a millón, de la inadmisible educación que recibimos, del hambre, de la falta de futuro, del desempleo, de la ineficiencia de los servicios públicos; del sembradío de odio, de la sumisión. ¿Cómo acabar con el carburante que empuja el tren de la corrupción y la mentira en la que se sostiene el regimenzote que son las causas antes señaladas? ¿O no? Por eso es que debemos decidirnos y votar por Capriles, para que la suerte y el destino de los venezolanos no esté en manos de los que nos quieren confiscar la libertad, la democracia y la soberanía, y además dilapidar nuestras riquezas.
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