Por: Teodoro Petkoff/TalCual
Bueno, ahora sí arranca en verdad el año 2013. Hasta ahora habíamos vivido del repele del año pasado. Terminada la Semana Santa lo que viene es la larga recta hasta diciembre, de un año que se anuncia difícil y culebrero.
Tanto más que el equipo gobernante, dirigido por Nicolás Maduro, no inspira confianza en cuanto a su destreza para manejar situaciones complicadas. Existe la fundada sospecha de que posee un serio déficit de esos conocimientos y habilidades generales que dan a los verdaderos políticos la capacidad de enfrentar y hasta "torear" situaciones más bien enrevesadas y, además, su discurso, hasta ahora, no pasa de la repetición de vaguedades y loas a Chávez sin que haya mostrado qué es lo que tiene en la bola.
Ya el 2013 había heredado de finales del año pasado los comienzos de una crisis económica que durante estos pocos meses ha mostrado signos de agravamiento. El chavismo ha ahondado la llamada paradoja de la abundancia, típica de aquellos países ricos en recursos naturales cuyos elevados precios proporcionan ingresos colosales a los "sortarios", pero que de un modo casi misterioso se dilapidan sin que dejen sembrado nada que valga la pena en cuanto a una economía alternativa. Es el caso de Venezuela. Durante todo el periodo chavista, pero en particular durante los últimos años, el país experimentó una torrencial inundación de petrodólares cuyo efecto neto ha sido realmente surrealista.
El fisco, en lugar de un superávit, ha conocido un déficit que en su peor momento alcanzó 18% del PIB y que ahora, devaluación mediante, ha sido reducido a 13 o 14%, lo cual tampoco es como para echar las campanas al vuelo. ¿Cómo hicieron para abrir tamaño hueco fiscal en una economía pletórica de divisas duras? Es un misterio que tal vez Giordani podría tratar de explicarnos.
Pero el déficit trajo consigo otra consecuencia inevitable. Enjugarlo presenta dos opciones: pedir prestado a la banca nacional e internacional y/o emitir bonos del BCV o de Pdvsa, lo cual, en fin de cuentas, no es sino otra modalidad de endeudar al Estado. El gobierno optó por las dos cosas. Lo cierto del caso es que el endeudamiento, juntando Estado central y Pdvsa, monta ya a los 200 mil millones de dólares, que viene a ser algo así como el 70% del PIB, lo cual si no es catastrófico tampoco es concha de ajo.
¿A dónde apunta todo esto? Giordani propone una política de austeridad: "se acabó la regaladera", se ha atrevido a decir, eso sí, ahora que el regalador por excelencia, Hugo Chávez, ya no está. Un ministro de economía y finanzas que no se atreve a decir a su jefe la verdad es, en el fondo, el gran responsable del desastre. De Chávez se sabía que su ignorancia en asuntos económicos era poco menos que enciclopédica, pero de Giordani se podía pensar que conocía algunos principios y sin embargo permaneció callado. Feas se ven las cosas para el país. Un jefe de Estado que, con el debido respeto, es un verdadero helado de yuca, sin ningún rasgo o atributo que inspire seguridad; una economía desfalleciente, con un aparato productivo, incluyendo el petrolero, severamente lesionado; un ministro de economía bufo.
¡Dígame a dónde iríamos a parar si Maduro ganase las elecciones del 14 de abril! Esperar que rectifique es una ilusión. Aquí lo que hace falta es otro gobierno. La cuestión es si la gente va a ir a votar o no.
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