Por: VenEconomía
En sus 14 años de mandato, Hugo Chávez aplicó con evidente habilidad maquiavélica la estrategia de dividir a sus enemigos (léase todo cuanto sector, grupo o individualidades se opusieran a su proyecto castrocomunista).
Fue maestro en división, como también tuvo la pericia de avanzar en un proyecto totalitario y excluyente, vistiéndolo con un ropaje de democracia, de inclusión y de justiciero social. A su muerte, dejó bien adelantado el trabajo aunque ello significó dejar a Venezuela en estado agónico, tanto en lo económico, lo social y lo político.
Ahora Nicolás Maduro, sin legitimidad de origen, sin las habilidades ni el carisma de Chávez tiene una papa caliente en sus manos, la cual lanza torpemente mientras termina de meter a los venezolanos en un atolladero de violencia social y debacle económica sin que se vislumbre una luz de salida.
No obstante, su mediocre rendimiento en el año que tomó el poder, ha puesto sobre la mesa un juego de pin pon con el propósito de obtener el pingüe beneficio de terminar de atornillar la revolución contra viento y marea: La táctica de llamar a “negociar” individualmente sin ceder realmente en lo esencial ni ir al meollo de los problemas. Esta táctica la aplica con tirios y troyanos. Con trabajadores, dirigencia política y sector empresarial.
Lo lamentable de todo esto es que aún hay en el país quienes están cayendo en ese maléfico juego, sin entender que al poner por delante lo particular, si exigir los derechos que legítimamente les corresponden, dejan la puerta franca que más adelante los volverá a poner frente a la guillotina.
Por ejemplo, mientras busca “negociar” puntualmente con uno y otro sector sindical, niega instalar el diálogo social tripartito apoyándose técnicamente en la OIT, como recomendó el organismo internacional de trabajadores, aduciendo que es inconstitucional. ¡Vaya cuento!
O tal como hizo con el sector de centros comerciales, a quienes ha llevado al borde de la quiebra con una serie de regulaciones y controles de precios de alquileres, para ahora luego de destruir miles y miles de puestos de empleo, ofrece reconsiderar el decreto que fijó el alquiler mensual en Bs.250 por metro cuadrado. ¿Y todavía algunos le darán las gracias!
O, como actúa en las “negociaciones” con el sector privado, con los cuales se sienta en mesas de trabajo, para llegar a “acuerdos de caballeros” sin letra escrita por delante, que supuestamente permitirán la venta a precio de mercado a distribuidores privados, siempre y cuando venda a los distribuidores del estado a precios regulados. El resultado era de esperarse, la mayoría de las empresas privadas se muestran cautas y no lo aceptan, mientras las empresas del Estado comienzan a obtener los beneficios del trato desleal, creando incluso una brutal discriminación entre los consumidores que compran en Mercal, PDVAL y abastos bicentenarios y los que se abastecen en mercados, supermercados y bodegas privadas.
Por otro lado, se ha hecho oídos sordos ante las denuncias de que la Ley de Precios y Costos es la una de las causas principales del desabastecimiento, de las colas y de la inflación, llevando a Fedecámaras a recurrir a demandar la nulidad de la ante el Tribunal Supremo, donde como abundan los precedentes, no se le gana una al Ejecutivo Nacional.
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