SEBASTÍAN BOCCANEGRA/TalCualDigital
El viernes pasado el presidente Maduro hizo una afirmación que cualquier sacristán de la "iglesia" chavista debe estar considerando una herejía y, por ende, una apostasía hacia el difunto "eterno".
Exhortó a su enorme tren ministerial a dejarse de "gamelotes mentales" y trabajar en conjunto con el sector privado. Díganme ustedes si esto no tiene cierto olor a traición hacia el "padre".
En este país durante los 15 años precedentes el sector agrícola ha sido uno de los más golpeados por las políticas públicas. Las importaciones de alimentos han crecido a paso de comisiones, pero lo que se llama gamelote, tuvo un repunte inusitado de la mano del prócer de Sabaneta, quien puso todo su empeño en ello.
Lo producía casi todos los días en sus interminables alocuciones. En especial, se preocupó mucho por sembrar un gamelote particular contra el sector privado, especie que ha crecido con vigor en las fértiles mentes de quienes nunca creyeron en ese sector, en resumen, de quienes juran que el capitalismo es el causante de todos los males del planeta.
Las palabras presidenciales vienen a ser la mejor confirmación de que la situación económica del país es mucho peor de lo que han asegurado los economistas más serios de la oposición.
Exigir a sus ministros que se quiten ese gamelote mental es también una confirmación de que entre sus principales colaboradores hay algunos que no lo son tanto.
Ese gamelote es el que tiene a los venezolanos perdiendo el tiempo para poder hacer el mercado completo. Es el responsable de que los venezolanos suframos la mayor inflación del planeta.
Ese gamelote es el que tiene en declive la productividad del país, sin generar empleos bien remunerados y de calidad. Gamelote, Nicolás, es seguir creyendo en el modelo socialista cubano.
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