Por: Laureano Márquez/TalCualDigital
Este tiempo pasará, porque todo pasa, y será visto desde la distancia con un juicio crítico más ponderado, pero quizá más severo, porque, como diría Serrat, también "todo queda". Una de las cosas que quedará expuesta por la eternidad es el jalabolismo intenso de este período y mira que en Venezuela se ha jalado la bola pareja, pero como en este momento, pocas veces.
El arte de jalar se complica cuando el jalado es impredecible, porque sólo cabe estar atento a las pistas que el mismo da para proceder al acto jalativo, propiamente dicho. La experiencia ha indicado, en diversas oportunidades, que la adulación "motu proprio" puede generar inconvenientes y hasta desagrado.
Si en algo es menester ser prudente, es en las cosas vergonzosas, como el adular. Hay que jalar con cierta dignidad, que no parezca. Por ejemplo: si el rojo acaba de ser desautorizado, no salgan de una a vestirse de otro color, al día siguiente.
Como el luto, guarden el rojo por un par de semanas para disimular. Comiencen alternando el rojo con otro color, que no sea el amarillo, y así, hasta que vayan desapareciendo de vuestras vidas esas guayaberas Versace, con las que inundaron el closet pensando que todo dura para siempre.
Otro caso: los jueces con el "exhorto". Se entiende, por el contexto institucional que padecemos, que un exhorto desde la cumbre a cualquier juez es mandatorio, para decirlo en términos jurídicos. Pero estoy seguro que hasta el gran sultán Adula Así estará de acuerdo en que hay que esperar un plazo prudente, que la gente medio se olvide de la cosa. Salir al día siguiente a cumplir la orden, es más que amor, frenesí. Y jalar con frenesí se ve feísimo, amén de que puede lastimar. Recuerden, además, que los jueces, como la esposa del Cesar, si no son autónomos, deben, al menos, dar la impresión de que lo son.
Otro: el cambio de lema. Señores: tampoco salgan a cambiar la vaina tan pronto, entre otras cosas, porque lo del cambio de lema no es como cambiar de color de camisa: hay que romper paredes, comprar pintura. Aguanten un pelín, dejen al menos que el nuevo lema se asiente, no vaya a haber otro cambio de última hora que amerite más cemento. Este no es un tiempo de letras de bronce incrustadas en concreto, sino más bien de tipos móviles al estilo de las carteleras de los antiguos cines, que permitían cambiar el nombre de la película cada semana.
La jaladera de bolas forma parte de nuestra cultura. Se acepta y se entiende. Es directamente proporcional al autoritarismo que se padece en cada tiempo. En Venezuela hay hasta bibliografía sobre la materia. Solamente se pide un poco de prudencia, porque después viene la lupa de la historia y quedan las vergüenzas expuestas a perpetuidad y por ahí sale algún nieto, de esos a los que le da pena la vaina y termina mentándose a sí mismo su bisabuela.
Dicho pues en criollo: jala, pero no te guindes.
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