lunes, 4 de junio de 2012

Lula y Capriles

Por: Fernando Rodríguez/TalCualDigital
En los partidos de izquierda que, obliga- dos por la realidad, han terminado siendo socialdemócratas, siempre quedan sectores rezagados que siguen repitiendo las mismas vaciedades ideológicas que en los hechos ya no cuentan. Un grupo heterogéneo donde caben los que realmente mandan y los bochincheros reducidos a manejar la demagogia de galería. Tal es el caso de Brasil.
Además de que los líderes reales del PT gobernante deben tirarle algunas migajas a los desfasados gritones para que no chillen demasiado, al fin y al cabo son necesarios, sucede que Brasil no sólo ha tenido un enorme desarrollo capitalista, con una exitosa política social, sino que ya tiene ínfulas de gran potencia y hasta intereses que no sería descabellado tildar de imperiales. La combinación de ambas variantes puede alcanzar niveles aberrantes.


En ese espacio Lula ha sido un maestro. Nada tenemos contra lo fundamental de lo que éste ha hecho y que le ha dado un lugar preeminente al Brasil, al menos en la trastienda de los grandes conciliábulos mundiales, que ya es bastante para un país que al lado de sus logros mantiene muchas lacras, millones de pobres o espantosos espectáculos de corrupción, por ejemplo, al estilo BRIC, digamos. También vale la pena recordar que las exitosas actuaciones de Lula se basan en la continuación de un proyecto que lo precede, el del socialdemócrata Fernando Henrique Cardoso, al cual le ha dado continuidad y, ciertamente, lo ha enriquecido. De manera que el partidismo izquierdista no suena demasiado. Sería más sano referirse a una muy sensata y continua política de Estado, sin protagonismos excesivos.

Pero las malas mañas no se quitan. Amar a Cuba, así no tenga nada que ver con la democracia burguesa brasileña y su flamante economía tan apasionada por el capital nacional e internacional, es un contrasentido, lo cual tampoco significa que deba odiarla. Eso le da buena imagen con los perros de presa ideológicos y además le permite atrapar ese mercadito, suculento por depauperado, en que ya Brasil está invirtiendo centenares de millones de dólares.

Dos pájaros de un tiro. Claro, a veces las cosas no salen del todo bien y a alguien se le ocurre morirse voluntariamente de hambre justo el mismo día en que él andaba en palacio con los amigos del eterno gobierno cubano y no pudo hablar sobre derechos y democracia.

Igual le sucedió con Irán. Pero allí el pecado mayor no fue sólo de omisión sino de abierta complicidad cuando cantó con la premura de un gallo el triunfo electoral de Ahmadineyad, mientras la sangre corría en las calles iraníes por la denuncia muy fundada de un fraude. Esto le quedó muy mal. Y terminó siendo peor ese pecaminoso amor cuando a la señora Rousseff se le ocurrió ponerle límites a los fundamentalistas por andar torturando mujeres y homosexuales, entre otros crímenes. Lo cual habla muy bien de la textura moral de la señora. Como también lo hace el descabezamiento de no pocos lulistas amigos de los bienes públicos.

Igual pasa con Chávez, del cual parece hacer chistes en privado pero es capaz de decir cínicamente que es el más grande de los presidentes que ha tenido Venezuela y armar una rochela alcahueta cuando fuese necesario. Basta ver la balanza de pagos entre los dos países para entender las razones, a las que se suma el aplauso de la galería. Ahora ha incitado al PT a caerle encima al candidato de la democracia venezolana, a favor de su dócil compinche.
Henrique Capriles, que ha alabado el modelo brasileño, incluso haciéndolo suyo.

Por lo visto esto ha merecido la burla de los muchachos del PT, los que se creen socialistas, seguramente muy utópicos. Nosotros pensamos que Capriles es un probado demócrata y sus ideales progresistas tan válidos como los que han prevalecido en Brasil. No sabemos qué pensará realmente el muy zorro de Lula de la pureza de la democracia goriloide de Chávez o del barranco económico en que andamos. Lo que sí sabemos es que el estratega y su jauría "revolucionaria" prefieren hacer negocios con el amigote manipulable.

Como diría el rey cazador de elefantes: mejor te callas, Lula, tranquilízate, no te metas en vainas ajenas como cualquier agente imperialista.

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