Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Pareciera que, por torpes, inconexos y hasta contradictorios que se consideren, es difícil negar que el Gobierno hace algunos gestos y algunas propuestas que se orientan hacia el diálogo y la rectificación. Que sean obligadas por el miedo a alguna tormenta egipcia, turca o brasileña; que sean hipócritas maneras de ganar tiempo político; consecuencias de la falta de papel higiénico, los jonrones inflacionarios o las cifras de la morgue…eso lo dejamos al mucho o poco escepticismo de cada quien.
Lo cierto es que están ahí. Antier, por ejemplo, en una sola jornada, el ministro Pedro Calzadilla conversó con los rectores y algunos de éstos salieron del encuentro de lo más entusiasmados por la puesta en marcha de cuatro mesas de diálogo abiertas a todos los temas y además inclusivas.
El ministro Miguel Rodríguez Torres se reunió con la Conferencia Episcopal donde hablaron de muchos temas en términos constructivos y amables y al parecer la Iglesia va a sumar sus armas celestiales a la misión Patria Segura. (Vale la pena señalar, por paradójico, que en el diálogo se le planteó al policial ministro que esa sacra y cupular entidad ha sido asaltada con asombrosa regularidad, 8 veces en 2 meses, y que la ocasión era propicia para que les echara una mano, ¡pequeño que es el mundo!). Por último, la ministra de la Salud, o como se llame ese minipopo, decidió conversar con las clínicas privadas que andaban muy cariacontecidas con las últimas regulaciones gubernamentales.
Pero no quisiéramos dejar pasar, también muy reciente aunque de otro orden, que personas muy serias y conocedoras del área militar como Rocío San Miguel o Luis Manuel Esculpi, opositores inequívocos, han dicho que la almirante Meléndez, la nueva ministra de la Defensa, es una persona meritoria, juiciosa y con cabeza propia (sic). Es un caso único, sobre todo después de venir de Molero, el penultísimo, sistemático demoledor de la Constitución y la esencia de las Fuerzas Armadas. Algunos ejemplos, pues, de lo dicho.
Nosotros pensamos, como todo ciudadano juicioso, que nada de esto está mal y ojalá perviva y se expanda a otros dominios de la cosa pública. El equilibrio pacífico de consensos y disensos es el norte de toda política racional. Pero sí queremos opinar que, aun con buen viento, la tarea es titánica y los resultados van a ser siempre precarios y truncos. El país ha sido dañado en todos sus órdenes en tales magnitudes por 15 años del gobierno más desastroso que hayamos conocido en mucho tiempo que no es demasiado lo que esperamos lograr mientras subsista su ADN.
¿Usted se imagina lo que implica adecentar, sólo eso, el mal llamado Poder Moral? ¿O punir a los maletineros, señalados por Giordani, que se enquesaron miles de millones de dólares de Cadivi? ¿O persuadir a tanto militar enchufado que su lugar y su papel están en los cuarteles y solo en los cuarteles? ¿O convencer a no pocos delirantes e ignorantes ideológicos que en 1989 se pasó una terrible página de la historia y que cayeron definitivamente estatuas y muros? ¿O que no es buena cosa andar insultando, segregando y atropellando a todo aquél que dice no me parece? ¿O que el populismo es el camino del hambre para mañana, que ya es hoy en Venezuela? ¿O que hay que dejar dormir en paz a los próceres, que bien lo merecen, y no convertir la historia en una película de vaqueros? Etc. La verdad es que sólo recomenzaremos de verdad cuando encontremos otro camino y otros actores, otro horizonte.
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