No existe la menor duda de que la corrupción ha progresado a un ritmo galopante en estos 14 años.
Sin embargo, parece que los ciudadanos no perciben que esto afecta su provisión diaria de arepa, su salud, su calidad de vida, su seguridad personal o el futuro de sus hijos. Esta percepción es totalmente errada, pues la corrupción de los gobernantes sí impacta en la vida de cada ciudadano.
Ejemplo de ello, es uno de los primeros casos de corrupción de los que se tuvo conocimiento al inicio del gobierno de Hugo Chávez: El Plan Bolívar 2000, una de las primeras misiones bolivarianas puesta en marcha en febrero de 1999 supuestamente para luchar contra la pobreza puerta a puerta, que incluía actividades de vacunación en masa y distribución de alimentos en los barrios pobres. Este fue un programa que violó leyes, estuvo repleto de vicios e irregularidades, y terminó devorando millones de bolívares que desaparecieron en los bolsillos de unos pocos revolucionarios, sin lograr el cometido para el que fue inventado.
Otro fue el caso de PDVAL y los millones de toneladas de alimentos descompuestos que nunca llegaron a saciar el hambre de miles de destinatarios. O las pensiones y jubilaciones que nunca verán los empleados de PDVSA, porque funcionarios corruptos las evaporaron en un esquema ponzi, y donde sólo la justicia internacional ha actuado para fijar y castigar a los culpables, en el resto la impunidad para sus responsables sigue vivita y coleando.
Hoy el impugnado Nicolás Maduro, en un amago de estar agarrando al toro por los cachos, ha anunciado “lucha total” contra la corrupción. Lamentablemente hasta ahora sólo ha mostrado a unos pocos chivos expiatorios, funcionarios de baja jerarquía y no ha ido al ojo del huracán, que según muchos indican le ronda de manera muy cercana, haciéndose oídos sordos a casos mucho más relevantes y de mayor impacto que los del Bandes, tales como, la denuncia de la nueva presidente del Banco Central acerca de $20 millardos destinados a importaciones supuestamente fraudulentas por parte de empresas boliburgüesas.
Así que todo parece indicar que el gobernante en esta oportunidad tampoco irá al fondo del asunto, y la corrupción seguirá campeando en la revolución. Mientras los dineros públicos que se escapan a los bolsillos de una élite gobernante, dejan de ser invertidos en proyectos, obras, infraestructura, programas, bienes, alimentos y servicios públicos que sí beneficiarían a la colectividad.
Igual de grave es que los actos de corrupción también se están convirtiendo en una forma de vida del ciudadano, quien la ha incorporado a su día a día: al pagar para obtener un servicio público, al invadir la propiedad de otro o al destruir bienes públicos y no respetar la vida de los demás.
Harán falta muchas campañas educativas para que la población comprenda de qué manera la corrupción impacta cotidianamente en su calidad de vida.
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