Sí, amigo lector, me liberé de tanto discurso académico (¡guácatela!) que no hace más que ocultarnos la verdad de las cosas. La TV es la culpable (por supuesto el imperio también) de la ola de violencia que ha azotado al país. Pero claro, hay grados de responsabilidad
TULIO RAMÍREZ/TalCualDigital
No sé cuánto tiempo he estado engañado. La verdad, nunca entenderé cómo he perdido tiempo estudiando disciplinas tan enrolladas y manipuladoras como la sociología de la comunicación, la psicología de masas y la criminología para intentar explicar la violencia del ser humano. Tampoco entiendo cómo me dejé seducir por expertos sociólogos y criminólogos como Roberto Briceño León y Fermín Mármol García. Con el discursito de la fulana sociedad anómica y la multifactorial causalidad de la violencia, me embobaron por un buen tiempo, lo confieso.
Por otro lado, los comunicólogos Antonio Pasquali y Marcelino Bisbal casi me convencen con la especie de que si bien la TV es un huésped alienante, como diría la periodista Martha Colomina, tampoco se le podría culpar de la existencia de criminales como Barrabás, Petróleo Crudo o el Caníbal de San Cristóbal. Repito, casi que me convencen, pero como dice la canción aquélla, gracias a Dios me liberé.
Sí, amigo lector, me liberé de tanto discurso académico (¡guácatela!) que no hace más que ocultarnos la verdad de las cosas. La TV es la culpable (por supuesto el imperio también) de la ola de violencia que ha azotado al país. Pero claro, hay grados de responsabilidad.
No podría compararse la programación cultural de los canales oficiales, me refiero a La Hojilla, Los Papeles de Mandinga o Zurda Conducta con expresiones de máxima violencia como Cocinando con Las Morochas, La Guerra de los Sexos, o Plaza Sésamo.
Afortunadamente para mí, nuestro máximo líder puso las cosas en su sitio. La sabiduría que da el estudio autodidacta y las horas viendo TV, le hizo concluir que ese infernal medio, además de ponernos a comprar aparatos para adelgazar, incita a la violencia doméstica y la callejera. Por la primera, formo parte de las estadísticas.
Ahora es que me cae la locha, como diría ese extraordinario filósofo popular llamado Kid Pambelé. Si establecemos una relación causaefecto, podríamos explicar la causa de tanta desgracia en el país.
Por ejemplo, El Derecho de Nacer incitó el racismo con ese trato tan inhumano dado a Mamá Dolores; Sor Alegría, la intolerancia por otras religiones; La Señorita Elena, el hacerse el mosquita muerta para lograr los más perversos objetivos; La Usurpadora, el delito de estafa agravada; La Señora de Cárdenas y Natalia de 8 a 9, legitimaron los cachos como forma de violencia a la mujer; Renzo el Gitano y Kassandra, exacerbaron los sentimientos xenofóbicos en el venezolano; Ligia Elena, el desprecio a los musiquitos; Topacio y Esmeralda, el maltrato a la gente con discapacidad; La Fiera, el abuso a nuestras campesinas; Hay Amores que Matan, los crímenes pasionales y Mi Gorda Bella, el pecado capital de la gula. Se salva Por Estas Calles, porque inspiró a muchos de los guías del proceso. Ahora comprendo por qué hay tanta violencia en Colombia y México. De ahora en adelante el control del control lo tendré yo. Basta de telenovelas desestabilizadoras.
¡Patria, Socialismo y Muerte a las Telenovelas!
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