Me pregunté por qué un tipo como Giordani, que con todo su dominio de las pamplinadas, es en general, una persona más bien decente, había caído al nivel de un Robert Serra o una fosforito cualquiera
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
Venía subiendo este minicronista por la autopista de La Guaira y le tocó oír un pedazo de la intervención de un adalid del oficialismo que terminó refiriéndose a sus adversarios como "escoria". No sabía quién era y en ese momento simplemente murmuré para mí mismo algo referido a qué "escoria" sería la mamá del orador.
Cuando hablaron los diputados de la oposición, recriminando al hablante, descubrí que este había sido nada menos y nada más que el profesor Jorge Giordani, a quien el editorialista de este diario denomina de vez en cuando "Rey de la Pamplina Frita", dada su natural e irrefrenable tendencia a abrir la boca para emitir puras trivialidades, lugares comunes, mentiras y, en general, puras pendejadas.
Pero nunca lo había escuchado empleando el lenguaje de los bajos fondos, que es tan propio de muchos de sus colegas y copartidarios, que suelen querer imitar el del Amo, por lo general infructuosamente, porque lo único que expelen son flatos verbales.
Así que para mí mismo retiré la alusión a su señora madre, que formó parte de mi soliloquio cuando el interfecto soltó su exabrupto, pero me pregunté por qué un tipo, que con todo su dominio de las pamplinadas, es en general, una persona más bien decente, había caído al nivel de un Robert Serra o una fosforito cualquiera.
La única explicación que encuentro es que Giordani debe estar tan acorralado por sus propios errores y las consecuencias negativas de ellos sobre la vida de los venezolanos que las numerosas alusiones que a ellos hicieron los diputados del otro lado le volaron los tapones.
Pobre Giordani. Pero lo comprendo: defender este desastre esta más allá de sus menguadas capacidades intelectuales y cuando se queda sin respuestas el único recurso al que apelan los mediocres como él es el insulto y la provocación.
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