La liberación de Rubén González, aunque por ahora esté condicionada a su presentación cada quince días ante el tribunal, constituye una fenomenal victoria de la clase obrera, sobre todo la guayanesa
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
La liberación de Rubén González, aunque por ahora esté condicionada a su presentación cada quince días ante el tribunal, constituye una fenomenal victoria de la clase obrera, sobre todo la guayanesa. Casi horas después de la aberrante sentencia que lo condenó a siete años y medio de prisión, apenas los amagos iniciales de los trabajadores de Guayana y de otras partes del país de ir a una movilización nacional contra esa sentencia, obligó al gobierno a echar marcha atrás apresuradamente.
Es obvio que en este país, donde la justicia está completamente subordinada a la voluntad del presidente, un telefonazo desde arriba movió al juez a dictar la liberación del sindicalista. Como en el caso de la Ley de Universidades y el de la huelga de hambre de los estudiantes, Chávez siente que la masas no está pa’ bollos. Su estilo conflictivista y camorrero tiene harto al país, incluyendo a sus propios partidarios, y sus recientes reculadas evidencian que está pensando mejor si es la "radicalización" lo que más le conviene o mejor intentar una línea de acción un tanto más conciliatoria.
Pero, en fin, como quiera que sea, se trata de una gran derrota del abuso autoritario, de la arbitrariedad hecha gobierno y de la política antiobrera y antisindical. Pero todavía hay 54 dirigentes sindicales sometidos a juicio, tan injusta e ilegalmente como Rubén González, por cuya liberación la lucha debe continuar; como debe continuar la lucha por la liberación definitiva del sindicalista de Ferrominera, logrando eliminar la medida cautelar que lo obliga a presentarse quincenalmente ante el tribunal. El precio de la libertad es la lucha que no cesa ni se rinde.
Por: Simón Boccanegra/TalCualDigital
La liberación de Rubén González, aunque por ahora esté condicionada a su presentación cada quince días ante el tribunal, constituye una fenomenal victoria de la clase obrera, sobre todo la guayanesa. Casi horas después de la aberrante sentencia que lo condenó a siete años y medio de prisión, apenas los amagos iniciales de los trabajadores de Guayana y de otras partes del país de ir a una movilización nacional contra esa sentencia, obligó al gobierno a echar marcha atrás apresuradamente.
Es obvio que en este país, donde la justicia está completamente subordinada a la voluntad del presidente, un telefonazo desde arriba movió al juez a dictar la liberación del sindicalista. Como en el caso de la Ley de Universidades y el de la huelga de hambre de los estudiantes, Chávez siente que la masas no está pa’ bollos. Su estilo conflictivista y camorrero tiene harto al país, incluyendo a sus propios partidarios, y sus recientes reculadas evidencian que está pensando mejor si es la "radicalización" lo que más le conviene o mejor intentar una línea de acción un tanto más conciliatoria.
Pero, en fin, como quiera que sea, se trata de una gran derrota del abuso autoritario, de la arbitrariedad hecha gobierno y de la política antiobrera y antisindical. Pero todavía hay 54 dirigentes sindicales sometidos a juicio, tan injusta e ilegalmente como Rubén González, por cuya liberación la lucha debe continuar; como debe continuar la lucha por la liberación definitiva del sindicalista de Ferrominera, logrando eliminar la medida cautelar que lo obliga a presentarse quincenalmente ante el tribunal. El precio de la libertad es la lucha que no cesa ni se rinde.
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