Alguna vez existió una función de cine a la que se ingresaba a las 10 de la mañana y se salía de medianoche. Jubilados, desempleados y gente sin oficio formaban parte de este club que compartía en la penumbra de una sala los disparos interminables del western o los gemidos altisonantes del cine triple XXX.
Hasta que llegó la nueva era del espectáculo, y ahora lo único que queda de continuos son los monólogos presidenciales donde el protagonista habla sin parar de los avances de sus batallas médicas.Foto: Saúl Uzcátegui/TalCualDigital
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