La capitana pemón, sin ofender, pero enérgica y enfáticamente, dejó bien claro al general Alcalá que de este gobierno ellos no han recibido sino abusos y que no sólo no esperan nada del gobierno sino que no quieren nada de él, excepto que no los moleste más.
Pocos espectáculos más emocionantes nos ha sido dado ver en estos días que el de la indígena pemón cantándole las cuarenta al general Clíver Alcalá Cordones, allá en la Gran Sabana.
Fue el remate de la espectacular (no hay otra palabra) captura de 43 efectivos de la FAN (incluyendo a 12 o 15 oficiales) por los indios pemones cuando aquellos militares fueron, en una de sus acostumbradas correrías por aquellos predios, para maltratar y robar el oro de los mineros indígenas.
Pero toda paciencia tiene su límite. Los pemones se hartaron y no sólo impidieron la acción militar, sin dañar a nadie, devolviendo sanos y salvos a los presos y las armas que les habían decomisado, sino que esperaron al general Alcalá para restregarle en la cara el largo memorial de agravios que se ha ido acumulando sobre los hombros de los pemones y de las otras etnias de la región.
La capitana pemón, sin ofenderlo personalmente, pero enérgica y enfáticamente, le dejó bien claro al general que de este gobierno ellos no han recibido sino abusos y que no sólo no esperan nada del gobierno sino que no quieren nada de él, excepto que no los moleste más.
Fueron cinco minutos durante los cuales esta brava dama indígena habló por toda la Venezuela ofendida y escarnecida por el abuso y el atropello hecho gobierno.
Nos interpretó a todos. De paso, dejó en harapos toda la hipocresía de la fementida política indigenista del chavismo. Como con casi todo, el reconocimiento de los derechos de los pueblos originarios no ha sido sino palabrería, discursos huecos, a los que ha bastado la voz bravía y elocuente de una indígena venezolana para exhibirlos como lo que son: barriles vacíos que sólo hacen ruido al rodar.
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