Por: Fernando Rodríguez/TalCual
Nicolás I tenía una estupenda oportunidad de inaugurar tiempos de cambio y hacer más respirable el pesado, necrófilo y degradado ambiente público venezolano con el nombramiento de su primer gabinete. La perdió nombrando un triste elenco de repitientes consuetudinarios, enroques cansinos, una buena dosis de cachachas e improvisados desconocidos más allá de sus familiares. Si hay que escoger entre los términos del nuevo slogan: eficiencia o nada, sin duda habría que apostar por lo segundo.
Pero resulta que hay casos verdaderamente inconcebibles. El ministro de la Vivienda y el Hábitat, Ricardo Molina, pocas horas antes de su nombramiento había sido grabado prometiendo ante una manada de esquiroles de ese despacho que violaría, a lo macho, las leyes nacionales que protegen la estabilidad de los trabajadores para botar a los escuálidos que allí ganan su pan. Es decir que estaba delinquiendo y si algo no merecía semejante sujeto es que se le ratificara como ministro.
O repetir a Iris Valera, alías Fosforito, en cuyo nefasto reinado sobre las cárceles se han producido más muertos que en cualquier otro periodo, entre ellos la espantosa masacre de Uribana, todavía impune. Y cuyo logro mayor son las flamantes discotecas repotenciadas bajo la égida de los poderosos y publicitados pranes. Para celebrar su nombramiento se le ocurrió hacer unas declaraciones donde acusa de drogadicto y fascista a Henrique Capriles, líder de más de siete millones de conciudadanos, y le ofrece una celda para reincorporarlo a la vida sana.
En realidad tal desmesura, por el contrario, debería motivar que se le buscara una habitación a la dama en alguna casa de reposo y no mantenerla en funciones ministeriales.
El almirante Molero, que pasará a la historia por haber pateado, cada vez que le venía en gana, el artículo 328 de la Constitución, que es categórico con respecto a la opoliticidad de la fuerza armada, sigue tan campante.
Y nada menos que el gran culpable del desastre económico que nos azota, el responsable del despilfarro de una de las grandes oportunidades que nos puso el dios Petrólero para hacernos un país decente y equitativo, Jorge Giordani, sigue planificando nuestro futuro, ¡santos cielos! Aunque aquí podría haber un matiz positivo, al parecer se le ha dado prioridad a Nelson Merentes en el área económica al nombrarlo en Finanzas y vicepresidente de la comarca, señor que parece más técnico, aideológico y tolerante.
Pero asombra tambien lo que podríamos llamar el toderismo. Resulta que Andrés Izarra, que dio tumbos por todos los lugares del área de comunicación, de fracaso en fracaso -ver, al respecto, el rating de las televisoras públicas o los lectores de los periódicos que ni regalados los quiere la gente, para darse cuenta de las destrezas en su área profesional-, lo nombran ahora en Turismo, uno de los negocios más competidos del mundo y donde ocupamos uno de los últimos lugares a pesar de nuestras cacareadas bellezas naturales. O qué puede hacer un ingeniero electrónico, a quien no conocemos, y cuyo currículo lo muestra como un profesional práctico, en el sofisticado y teorético mundo de la ciencia. Por no hablar del vicepresidente, que no hay duda de que lo es solo para mantener el vínculo necesario con la familia paterna del nuevo Presidente. O Jaua, que hace de todo, verdadera quincalla de saberes heterogéneos. No olvidar tampoco la alta cuota de hombres de armas y no de conocimientos.
Total, que sumados a los anodinos repitientes, de quienes se recuerdan pocos aciertos, incluso pocas palabras, este gabinete no es para hacer fiesta y hablar de nuevos impulsos creadores.
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