Los propietarios de los apartamentos que la Misión Vivienda plantó en Juan Pablo II, en Montalbán, gozan del derecho a oír música a altas horas de la noche, arreglar motos y carros en la vía, y montar alborotos sin que los funcionarios de la Policía Bolivariana les llamen la atención.
Es el colmo de la desgracia para los residentes de los edificios de Juan Pablo II porque tras soportar el tierrero, los ruidos y el destrozo de las vías que causaron por más de un año las construcciones de estas viviendas, descubren que no servirán de nada sus denuncias contra las ruidosas pachangas que se celebran los viernes en la noche.
Según el manual que rige la actuación de los policías socialistas tales reclamos entrarían en la categoría de exclusión social, imposición de una clase sobre otra y hasta discriminación racial, si por casualidad los animadores del bonche son afrodescendientes.
Lástima que el día de la entrega de las llaves, los funcionarios de la Misión Vivienda les hayan regalado la franela y el afiche del candidato Maduro y no les hayan aconsejado al menos acerca de la importancia de respetar el orden público.
TalCualDigital
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