Después de evitar la intervención durante horas, hoy de madrugada la tropa de choque volvió a enfrentarse a algunos manifestantes y a adueñarse de las calles de Sao Paulo, al final de una protesta que congregó a unas 50.000 personas.
"Si no salen de aquí les vamos a disparar", oyeron de un policía militar tres mujeres de media edad que corrieron a refugiarse en un bar.
"Estoy temblando hasta ahora", decía una de ellas, después de haber corrido desesperadamente más de dos cuadras para protegerse en cualquier escondite.
Las acciones fueron la respuesta de las autoridades a los saqueos que ocurrieron en el centro y en las cercanías de la Paulista, el eje central de Sao Paulo, por minorías que no representaban al movimiento y que destruyeron sucursales bancarias y entraron en tiendas para robar.
Por lo menos 47 personas fueron detenidas con televisores, microondas, ropas y hasta una cocina de cuatro hornillas, que un hombre empujaba en plena Plaza da Sé, en el corazón de la ciudad.
Según la policía, los detenidos eran vagabundos y drogadictos que viven en el centro y aprovecharon la situación de caos.
Fue un fin triste para la sexta marcha del Movimiento Pase Libre (MPL), que en su mayor parte había sido completamente pacífica, desde la salida tras el horario de trabajo desde la Plaza da Sé, un área considerada peligrosa, pero que estaba más segura que nunca.
"Estoy muy orgullosa de mi país", decía Renata Pintor, una operadora de telemarketing de 44 años, que bajó de la oficina para fumar y, de paso, ver de cerca la protesta.
Los manifestantes llamaban a la gente de los edificios con la consigna: "¡Ven a la calle, ven contra el aumento! ¡Ven! ¡Ven!"
"Estoy aquí independiente de clase social", dijo Caio de Luca, de 17 años, que estudia en una escuela particular y no usa transporte público, pero que apoya la principal causa del MPL, el reajuste de las tarifas del transporte. "Estoy luchando por una causa justa que afecta a millares de brasileños", declaró.
Otros estudiantes, estos de escuela pública, pedían al Gobierno más inversión en salud y educación, y menos gasto en eventos deportivos como la Copa de las Confederaciones, que se juega desde el sábado en Brasil, y el Mundial 2014.
"No hay medicinas en los hospitales, no hay materiales en las escuelas. Sólo invierten en ese Mundial", reclamaba Ana Neimeier, de 17 años, acompañada por otros chicos de su escuela secundaria de Itaquera, un barrio donde se construye un estadio para ese torneo.
"Hey, ¡Fifa! ¡Paga mi tarifa!", era otro de los gritos entonados por los manifestantes.
"Creo que algo tiene que ocurrir. El gobierno está haciendo lo que quiere. Tenemos que engrosar este movimiento que es legítimo", comentó René de Barros, un profesor universitario de 50 años.
Muy cerca a la plaza, un pequeño grupo de manifestantes trató de forzar la entrada de la Alcaldía de Sao Paulo, rompiendo los vidrios. Fue en ese momento cuando la paz se acabó.
La policía se enfrentó a los manifestantes y comenzaron las carreras y las bombas de gas en un área en que se reunían más de cinco mil personas.
Jóvenes violentos incendiaron un camión de la cadena de TV Record, que ha criticado las marchas, y una garita de policía.
Dos guardias resultaran heridos, según la Alcaldía, que también informó de un intento de invasión del Teatro Municipal mientras unas 300 personas asistían a una ópera.
En la Avenida Paulista, a donde fue buena parte de la gente después de las 8 de la noche, un grupo de manifestantes se enfrentó a los agentes.
La marcha acabó con una guerra muy parecida a la del jueves 13 de junio, cuando la policía militar cerró los accesos a la Paulista y atacó a las personas que marchaban pacíficamente y a periodistas que cubrían las protestas, según testigos.
Esa acción violenta colocó a la opinión pública a favor de los manifestantes y azuzó las protestas, a las que el lunes se sumaron unas 250.000 personas en una decenas de ciudades. EFE
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