Por: VenEconomía
La hegemonía comunicacional que impone el gobierno a los venezolanos sumó nuevas bajas a la libertad de expresión este fin de semana, cuando los nuevos dueños de Globovisión, adecuándose a una línea editorial menos combativa, sacaron de la parrilla del canal a otros programas emblemáticos y dejaron por fuera a varios periodistas anclas.
A la salida de Buenas Noches, Aló Venezuela, Yo Prometo y Tocando Fondo se le agregan ahora las de: Del Dicho al Hecho y El Radar de los Barrios, conducido por el periodista Jesús “Chuo” Torrealba, excelentes programas donde se conectaba al televidente con la realidad que vive la mayoría de los venezolanos, dándole cabida a las noticias de segunda y tercera plana y las vivencias que afectan al ciudadano y a los barrios a nivel nacional en su día a día. Y, el que quizás más atención ha generado, también sacó del aire a Aló Ciudadano, una respetada ventana de opinión libre e interactiva que desde 2002 ponía su acento en develar las violaciones, ilegalidades y el mal desempeño del gobierno, en pleno apogeo del Paro Petrolero, y su conductor Leopoldo Castillo.
La salida de Castillo “El Ciudadano” provocó la solidaridad de los periodistas del canal, negándose a sacar el Noticiero estelar de esa noche, lo cual llevó a la prohibición de entrada al canal de periodistas anclas como Román Lozinski, Sasha Ackerman y José Luis Pérez Valery. El domingo renunció la periodista Mari Montes, del programa dominical Líder en Directo. También renunciaron Juan Domingo Cordero y la recién contratada Alba Revenga.
Caben tres comentarios a estos hechos:
El primero, es la ironía que se esconde en el comunicado de la Junta Directiva de Globovisión. Esta ratifica en su mensaje “su empeño en mantener una pantalla que informe veraz y oportunamente, con objetividad e imparcialidad, mediante un periodismo de excelencia, responsable y profesional”. A la luz de los últimos acontecimientos esto suena, por decir lo menos, a burla, a irrespeto a la teleaudiencia e ironía. Pero, esto no es nada de extrañar ya que en todo aquel que se acerca a la acera de la revolución las promesas parecen valer menos que un cero a la izquierda y la mentira se convierte en la base de sus discursos.
Segundo, y más importante aún, es precisar que lo que acontece en Globovisión es sólo una pequeña evidencia del cierre del círculo de la hegemonía comunicacional que se impone hoy en Venezuela. Allí están ahora las multas a El Nacional y Tal Cual, por fotos publicadas hace casi cuatro años de lo que acontecía (y acontece) en la morgue de Caracas, o el obligado cierre de los medios informativos del Grupo 6° Poder y la detención de su propietario, Leocenis García, por presunta legitimación de capitales.
El tercero, e igual de trascendente, que el flujo informativo por televisión, radio y prensa escrita queda a merced de la amplia red del Sistema Bolivariano de Comunicación e Información. Con ello el gobierno condena a los venezolanos a la desinformación y la manipulación informativa, cerrando peligrosamente una válvula de escape a la oposición política y a la voz de millones de venezolanos que disienten de las políticas del gobierno quienes en adelante sólo tendrán para entender la realidad del país a las redes sociales y al explosivo e incontrolable canal del rumor…
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