Cort. La Patilla |
O fue con un bisturí o fue con una navaja, pero no con puñal, pues la herida de Fermina Daza es poco profunda pese a que sangró bastante. Querían aquel cabello castaño oscuro que vestía la espalda y la mitad de los glúteos. Le faltaba cubrir lo restante de su trasero y las piernas para completar su 1.65 de estatura.
La halaron por el pelo. Duro. Fue un "templón". Eran dos motorizados que transitaban por Haticos, bajaban desde el depósito de licores El Cardenal. Fermina escuchó el sonido de la moto y aceleró el paso, un poco dudosa porque salió de su casa sin cartera, sin dinero y sin celular. ¿Qué le podían robar? Ni la estrella mejor vestida pudo iluminar las 7.00 de la noche del lunes 12.
Ella sabía que quien le corte el cabello a otra persona y sea capturado no incurre en delito. Distinto es si el pelo está separado del cuerpo y destinado a la venta y, peor aún, si se quita con violencia. "Es una nueva modalidad delictiva", opina la joven ya recuperada de la agresión, y los cuerpos policiales "no pueden hacer nada" porque el robo de cabello no está tipificado como delito en el Código Penal. Lo que se vive en Maracaibo desde el mes pasado fácilmente podría definirse como violencia de género porque implica lesión a la mujer.
Se mueven con cuidado
En el centro bailan apretadamente las cebollitas en las cabezas femeninas. A Fermina no le gusta llevar el cabello así porque para eso no se lo arregla todos los fines de semana, lo quiere lucir. Nunca se lo ha teñido. Tiene una cabellera virgen, blanco ideal para las "pirañas" robapelo que se pasaron de Las Pulgas, Las Playitas y otros mercados con pasillos amplios para los centros comerciales.
La manera en el que operan parece ser única: arrinconan a la víctima, la amenazan y con tijera de jardinería y hasta con pico de botella le rasgan cada hebra hasta obtener una buena cantidad de pelo, por la que puedan recibir entre tres mil y 16 mil bolívares. Estas bandas "trabajan" en grupos de tres o cuatro y sus presas son dueñas de cabelleras lisas, extensas, abundantes, oscuras y vírgenes.
Fermina Daza no se hizo el nudo que acostumbraba para bañarse cuando salió a llevar a su sobrino a casa de su cuñada, por El Cardenal. Lo pensó, pero como quizá vería a su novio por ahí decidió soltarse el pelo y así agregar un elemento más a su coquetería. A su novio le gusta así y a ella más.
No se corta el pelo desde el año pasado. Solo unos cuantos tijerazos en las puntas para deshacerse de las orquetillas ocasionadas por el calor de la plancha. "Lo que más me gusta de mí es el cabello, por eso me lo he cuidado tanto. Pero ahora me lo voy a tener que cortar a la altura de los hombros porque los motorizados me amenazaron. Me dijeron: 'Donde te vea, te mato y te corto el pelo' ".
Salvada por "un pelo"
Las melenas de la que se apropian las "pirañas" se convierten en extensiones vendidas en Colombia. Ángel Alayón, economista, consultor y director de la revista digital Prodavinci, atribuye este fenómeno marabino a las distorsiones cambiarias de la moneda nacional.
"El pelo le estaría siguiendo a la gasolina y a los alimentos como productos venezolanos que se venden ilegalmente en el vecino país debido a las distorsiones cambiarias y de precios. Es un negocio que se produce por las distorsiones del precio del dólar y el mercado negro: el pelo de las venezolanas tendría un precio seis veces mayor en Colombia, un poderoso incentivo".
Esto, aunado a la amenaza a su vida, motivó a Fermina Daza a cortarse su cabellera y a venderla. "Antes de que me maten o le saquen dinero, lo vendo". Ese pensamiento la domina desde el lunes 12 de este mes, una hora después de lo sucedido. Menos mal que cuando los motorizados le halaron el pelo ya había dejado a su sobrino con su hermano.
El dolor que sintió fue "grueso", porque le agarraron más de la mitad del cabello. "No voltiéis, que lo que queremos es el pelo". Pese a la advertencia intentó voltear y recibió a cambio otro "templón", esta vez la mano del "parrillero" fue desde la frente hacia atrás. Su delgado cuerpo se inmovilizó. Sus músculos se durmieron y sus ojos vieron a un señor que salía de su casa.
Tal vez fue esa su salvación. Tal vez lo rateros se fueron al ver gente en aquella oscurana. Pero antes de arrancar, la tomaron por la cintura, como una camisa de fuerza hecha a su medida, y le rajó la perfección de su abdomen plano. Corrió hasta la casa de su novio sin percatarse del ardor y la sangre que ya le había pintado las manos de rojo carmesí.
Sin muchas explicaciones, la montaron en una camioneta ajena y la llevaron al Centro de Diagnóstico Integral más cercano. Ahí le dijeron que no la cortaron con puñal por la poca profundidad de la herida. "Pudo ser con bisturí, hojilla o hasta cortaúñas". Le cosieron con tres puntadas y medias. Y ahora nos cuenta esto desde la sala de su casa esperando a unos amigos para hacer lo que los rateros no pudieron: cortarse el pelo. Menos de ocho mil bolívares no aceptará.
Delito no tipificado
El robo de cabello no es un delito en la legislación venezolana, pese a que se trate de otro crimen más. El criminólogo Luis Izquiel declaró recientemente a La Verdad que puede calificarse como robo o lesión, "ambos contemplados en el Código Penal".
"El código no habla del robo de una franela o de una cámara fotográfica, se refiere al hurto de bien que no especifica, pero sí lo define como un delito. También hay quienes hablan de una lesión. Cuando tú le quitas el pelo a una mujer hay una lesión". El presidente Nicolás Maduro ordenó al CICPC investigar a las supuestas "pirañas" robapelo.
No es necesario que haya denuncias para que los cuerpos policiales actúen, tampoco es necesario que el robo de cabello esté tipificado como delito. La función del policía es capturar a aquella persona que lleva a cabo la acción. Que las autoridades capturen a los culpables y que sean los fiscales y jueces quienes decidan, opinó el criminólogo.
La Verdad
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