Tal vez, como creía George Bernard Shaw, no sea cierto que el poder corrompe, sino que hay políticos que corrompen al poder. Es oportuno citar esta mordaz reflexión para hacer referencia al caso de María Aranguren, una profesional de la arquitectura que ha hecho carrera política al lado de José Gregorio “el Gato” Briceño y, en la actualidad, es diputada de la fracción de independientes agrupados en Monagas Patriota.
Creyendo que la soga revienta por lo más delgado, los agentes del PSUV –partido en el cual militó Aranguren hasta el año pasado, cuando el ex gobernador Briceño fue distanciado de las filas oficialistas– se le acercaron con la intención de, a través del soborno o del chantaje, captar su adhesión para votar una ley habilitante solicitada, supuestamente, para combatir la corrupción; piensan los rojos que un clavo podrido puede sacar otro clavo putrefacto… ¡Vaya paradoja!
Rechazada como fue esta artera intentona de pervertirla, la diputada Aranguren pasó a formar parte de la lista de parlamentarios de oposición sobre los cuales pende no una justiciera espada de Damocles, sino la guadaña de un cancerbero enseñoreado en la Comisión de Contraloría de la Asamblea Nacional, con licencia para ofender e injuriar al contrario, quien no parece tener mucho de guapo pero sí mucho apoyo de quien preside el ente legislativo.
Por eso se ensaña contra una representante del pueblo que tuvo suficiente guáramo para oponerse a la mafia que, según se desprende de sus declaraciones del pasado domingo a El Nacional, maneja por debajo de cuerdas buena parte de los negociados ilícitos que se cuecen en el oriente del país para beneficio de cierto insurrecto del 4-F muy afortunado.
Buscando una habilitación a como haya lugar, los enviados del alto gobierno han dejado de lado cualquier atisbo de decencia y decoro. Sin pizca de sindéresis ni miramiento, actúan como una suerte de corredores del cohecho y la intimidación para lograr conquistar el respaldo del tan anhelado diputado 99 (como también del 98, habida cuenta de que Abdel el Zabayar se marchó a Siria para sumarse a las fuerzas represoras de Bashar al Assad), lo que hace sospechar de sus verdaderas intenciones respecto al instrumento legislativo.
Al no necesitarse en Venezuela ninguna “ley especial” para enfrentar la corrupción (dado que ella emana del Gobierno mismo), queda claro que buscan dónde apoyarse para tratar de torcer la tendencia a la baja que registran las encuestas respecto a la intención de votos por los candidatos del PSUV en las venideras elecciones municipales.
Las maniobras orientadas a la conquista del diputado 99 (¿o será más bien la diputada “noventa y nueva”?) ponen al descubierto la falta de escrúpulos de unas gentes para quienes el fin justifica los medios y siguen achacándole el tópico a Maquiavelo sin haberlo leído. ¿Y qué más da?, si para ellos –como dice el bolero– “el mundo es sólo una mentira”.
Cort. El Nacional
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