Por: Teodoro Petkoff/TalCual
“No hay” es la respuesta, ya estereotipada, que el consumidor encuentra, dos de cada tres veces, en el abasto de la esquina, el supermercado o la ferretería, cuando solicita el artículo que necesita. Pero ahora el “no hay” se refiere al pan. ¡El pan! Es como si hubiéramos llegado al llegadero.
El optimista dice que eso es coyuntural y que ya volverá a los anaqueles. Seguramente es cierto, pero hasta donde alcanza la memoria de este editorialista, la cual incluye la de su propia infancia, en este país ha habido distintos periodos en los cuales se ha sentido escasez de diversos bienes de consumo, aunque nunca absoluta ni permanente, pero cuando lo que falta es el pan, la intensidad cualitativa de la escasez alcanza niveles superiores.
Falta pan y la sensación de desamparo, de desconcierto ante la incertidumbre, se hace insoportable, porque el pan es el ícono simbólico de los alimentos. Usted dice “no hay pan” y es como si dijera “no hay comida”.
¿Cómo puede escasear el pan si hay dólares para traer la harina de trigo? Pero es que allí no está el quid del asunto. En la principal productora de harina de trigo, Monaca, tuvieron lugar conflictos laborales a finales del año pasado. ¿Pero, pueden los conflictos laborales en una sola de las plantas procesadoras de harina de trigo (Monaca), aunque sea la líder del sector, provocar una escasez generalizada, tal como ha sido señalado, para explicar la actual penuria de ese alimento fundamental? Sería para ponerlo en duda, si no se supiera que Monaca está intervenida por el Gobierno (y por tanto paralizada) y que esa planta surte la tercera parte del mercado harinero (34%).
Ya se sabe que todo lo que toca el Gobierno (este Gobierno, no cualquiera, cuya ineficiencia es proverbial) le produce alteraciones físico-químicas que transforman su composición. Pero tienen que estar pesando factores adicionales. Entre otros, muy probablemente, la mayúscula incompetencia que caracteriza al régimen, que no logra colocar en tierra a su debido tiempo los containers que plenan las bodegas de los barcos surtos desde hace semanas en la bahía de Puerto Cabello y que no sólo son para la mencionada empresa.
Si el presidente Maduro no logra superar rápidamente su desconocimiento del manejo del Estado y de los asuntos de gobierno, el país puede conocer situaciones críticas en distintos ámbitos que de uno u otro modo están vinculados a la acción del Estado. El nuestro es un país extensa y profundamente dependiente de la acción del Estado y sus fallas administrativas podrían repercutir catastróficamente en el conjunto de la situación económica. Lo del pan, que afortunadamente está en vías de superación, es un aviso inquietante.
Porque un mal gobierno, en fin de cuentas, uno puede calárselo, pero cuando ese mal gobierno lesiona los tres golpes diarios, entonces va siendo hora de llamar a María. Que, por si acaso, y para evitar interpretaciones torcidas y malintencionadas, no porta charreteras ni caponas ni calza botas.
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