La cifra de inflación, que el BCV suministraba con responsabilidad cronométrica durante los primeros diez días de cada mes, de pronto se ha vuelto un misterio
SIMÓN BOCCANEGRA/TalCualDigital
Hasta ahora, aun en los peores momentos del régimen chavista, el Banco Central de Venezuela se comportaba como una institución seria y confiable, proporcionando los datos económicos esenciales con absoluta regularidad y sin que nadie cuestionara su profesionalismo.
Pero desde hace dos meses, tal pareciera que se ha contagiado -porque de que se pega, se pega- de la desidia e incompetencia que constituyen la marca de fábrica del régimen. Pues de lo que ocurrió en nuestra economía durante los dos últimos meses del año anterior el país no tiene ni idea de no ser la sospecha de que las cosas deben haber ido tan mal que ni el BCV se atreve a revelar la verdad de aquellas.
La cifra de inflación, que el banco suministraba con responsabilidad cronométrica durante los primeros diez días de cada mes, de pronto se ha vuelto un misterio. Todavía no ha dado todos los datos correspondientes a la inflación de noviembre y diciembre.
Cálculos efectuados a partir de números aproximados, conocidos a medias por los caminos verdes, indicarían que la inflación de 2013 cerró en los alrededores de la parte alta del 50%, cercana al 60%.
Desde el 2005 no se producía un resultado tan malo, que recuerda los tiempos previos al segundo gobierno de CAP, cuando la inflación se paseaba orondamente por los valles y montes del 50% y más.
Pero librada la economía ahora a la mediocridad de Giordani y a la ignorancia de Maduro y sus congéneres, pareciera que revolotean las negras aves de una inflación que volvió a soltar amarras. Vaya que sería un fenómeno económico digno de estudio el de un país pletórico de petrodólares, con una inflación elevada y al mismo tiempo escasez de bienes de consumo esenciales. Que lo explique el presidente.
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