Hay no pocos opositores, no son mayoría, que se la pasan refunfuñando con el diálogo. Desde los que no lo soportan: sentarse a negociar con esos malandros es alta traición a las virtudes cívicas y hasta a la mínima decencia.
O los que lo toleran pero están (casi) seguros de que eso va a terminar en un nuevo engaño, ganar tiempo mientras pasa lo peor del vendaval; como hizo Chávez después de que, blandiendo la cruz, quiso convertir el susto del golpe de abril y su evidente pérdida de popularidad en un conversatorio fraterno, que finalizó en una patraña con todo y patada a la mesa. Una oposición que no aprende, pues.
A todo lo cual se podría observar, sin compartir sus reparos, que si el diálogo fracasa, si el gobierno se pone cómico o prepotente, si deja de considerar que está anémico, con fiebre muy alta y un grave diagnóstico, pues fracasará. La oposición volverá al lugar que ha ocupado estos quince años, ahora unida (se supone, se desea), con espacios de poder tangibles y capaz de llegar a la meta en unas presidenciales en un final de fotografía.
Con un gobierno muy enfermo, aunque lo trate de ocultar, con un líder único que se fue en la nave que nunca ha de volver, con un sustituto que solo trata de ser una imitación devaluada de éste, y un discurso cada vez más primitivo, fastidioso y vacuo, donde las verborreicas ínfulas y delirios de grandeza del Eterno se han convertido, en casa y en el barrio latinoamericano, en tristes y vacías caricaturas De manera que no hay que desmelenarse tanto por el diálogo de marras que, al menos, es una política coherente que habría que dejar correr, la cosa no es para mañana, y que puede reparar algunos de los entuertos, no todos porque son inagotables, de este gobierno balurdo. Sino, asumamos el apuntado plan B, ya bien trajinado.
Hasta los más testarudos reconocen que los habladores de este lado le dieron, en el primer round, una verdadera golpiza a sus pares del otro lado de la mesa. Torneo en que sin lugar a dudas ganó la medalla de oro, por unanimidad de público y analistas, el diputado Ramos Allup, lo que corrobora aquello del viejo y el diablo. Y que el país recibió una cadena nunca vista después de miles de horas de encadenamiento, con otras voces y otros ámbitos que algunas cosas han debido haber trastocado. Además, los opositores marginados del diálogo han moderado sus arrestos, lo que hace pensar que la unidad es más sólida que lo que creen algunos. Hasta María Corina recordó, hace unos días, sus vínculos fraternos con la MUD y hasta con Henrique Capriles. Ledezma anda rezando por esos templos de Dios, en la semana mayor, actitud más bien pacifista. Y los estudiantes quieren ir al conversatorio de la mano de los curas.
Hubo un segundo encuentro, menos espectacular y más concreto. Lo que sabemos de sus primeros resultados no es para cantar victoria, pero sí para esperar a ver dónde terminan, a conciencia de que quince años de odios no se saldan en pocas sentadas. Que los milagros son difíciles, sino que lo diga José Gregorio que tiene casi un siglo tratando de hacer uno. Nosotros reiteramos nuestros deseos de una oposición que pueda manejar las justas protestas sociales, el uso debido de la calle y la esgrima política con equilibrio y eficiencia.
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