Por: VenEconomía
Nicolás Maduro, al igual que lo hizo Hugo Chávez en su momento, avanza impertérrito en la profundización del socialismo del siglo XXI, ahora plasmado en el Plan de la Patria. Este es una suerte de biblia que siguen al pie de la letra todo el combo revolucionario en cada tema, área o sector, y con la cual han derruido a Venezuela.
Nada ni nadie en Venezuela se ha salvado de los embates de este avance hacia el castrocomunismo. Hoy sus efectos están a la vista en la economía, en la agroindustria, en el sector petrolero, la vivienda, el comercio y pare de contar.
Sin embargo, existen otras áreas vitales donde ha venido avanzando soterradamente la corrosión “revolucionaria” sin que la mayoría de los venezolanos se haya percatado aún en toda su extensión lo que ello representa para el futuro del país. Esto así, porque los efectos de la ideologización y el adoctrinamiento que ha arropado a todo el sistema educativo venezolano solo se sentirán en el largo plazo, cuando el “hombre nuevo”, con conciencia, valores y principios “revolucionarios” se consolide. Y en ello han venido trabajando desde el 2000, cuando el sociólogo marxista Carlos Lanz lanzó el tan criticado Proyecto Educativo Nacional (PEN).
Durante estos tres últimos lustros, el castrochavismo ha venido avanzando lenta y hábilmente en ir permeando la educación del venezolano con los lineamientos y conceptos de la revolución, con el objeto de crear ese “hombre nuevo”, indispensable para la sostenibilidad del Plan de la Patria. Como bien lo resumió Adán Chávez en algún momento del 2007, “la esencia de la revolución es la educación” y fue el, el que dio inicio a “la educación transformadora que combatirá la enseñanza colonial capitalista”. Y es que ni Chávez ni Maduro se han desviado un centímetro del principio que defendió Aristóbulo Istúriz, en su época de ministro de Educación: “el Estado debía formar ciudadanos de acuerdo con su teoría política, de acuerdo con su visión de República”.
Este objetivo estaba presente desde mucho antes de que Chávez llegara al poder, cuando hablaba de “la transformación estructural del componente ideológico-cultural, como parte esencial de una segunda fase de la propuesta que Chávez tenía para Venezuela (Habla el Comandante, p. 558). Como recordara Maureen Ardila, en su artículo “El hombre nuevo al volante del tercer motor” en la edición de Veneconomía Mensual de marzo de 2007, Chávez proponía en ese documento (presentado dos meses antes de las elecciones en las que salió electo por primera vez) que entre los cinco polos de equilibrio para transformar a Venezuela estaban la divulgación de “valores nacionales” no definidos y la educación como asuntos de máxima prioridad para lograr el equilibrio social.
La furia y los ataques directos contra el sistema educativo arreciaron en los años 2001 y 2003, incluyendo al sector privado de la educación, las universidades y los sindicatos educativos y forzaba las intervenciones en las universidades experimentales como resultado del cerco presupuestario. A la par que impulsó la “educación bolivariana” a fuerza de decretos, la reforma de la Ley Orgánica de Educación y otros artificios legales.
Ahora, está en pleno desarrollo la llamada “Consulta Nacional por la Calidad Educativa”, que comenzó a aplicarse el 29 de abril en más de 29.000 planteles a nivel nacional y cuyo objetivo es configurar la educación a imagen y semejanza del modelo socialista de país que contiene el Plan de la Patria.
Se estaría repitiendo un patrón ya visto por los venezolanos. Este es una cuasi-dictadura donde se mantiene la apariencia de una democracia, donde las elecciones son manipuladas y no libres.
La “consulta” también pareciera consistir de un caso donde se mantienen las apariencias de una consulta popular pero donde los resultados están predeterminados. Si no, ¿cómo se explica que los “nuevos” textos escolares ya salieron de las imprentas y se están distribuyendo?
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