Como ya ha venido explicando VenEconomía y todo analista sensato e independiente, se visualizan segundas (y terceras) intenciones de consolidar el castrocomunismo tras todo este jolgorio sin sentido que ha armado Nicolás Maduro con su “guerra económica” “combate a la corrupción” y ley habilitante que lo hace superpoderoso e indetenible.
Se percibe, además, que se profundizará el ataque político a toda dirigencia democrática, así como la imposición del silencio, del miedo a medios de comunicación, incluyendo portales de internet y blogs, periodistas, analistas independientes y objetivos que denuncian y explican la realidad crítica de la situación económica y social en la que se hunde a Venezuela.
Un adelanto de lo que viene lo dio con el boicot que Maduro pidió se hiciera a los “periódicos de la burguesía” y el bloqueo a más de 100 páginas web que informaban sobre la paridad real del bolívar y la absurda solicitud que hiciera Conatel a Twitter, de bloquear con carácter de urgencia, las cuentas y/o usuarios vinculados con estas páginas web.
Está también muy claro, para quienes no estén cegados por el adoctrinamiento y para los que se nieguen a creer en pajaritos preñados y en falsas promesas, que detrás de toda esta comparsa lo que se busca es profundizar la estatización del sector productivo, extendiendo las garras que ya están fuertemente afincadas en las áreas agrícolas, mineras, manufactureras, de construcción, en los sector importador y comercial, en especial distribuidor mayorista.
Para esta acometida se ha valido de todo tipo de artimañas, preparando el terreno para el golpe final que dará con sus poderes habilitados.
Maduro y el combo que lo acompaña, inventaron inspecciones a los comercios, adelantaron la Navidad y con ella, las utilidades y bonos decembrinos, los bancos estatales aumentaron indiscriminadamente los límites de créditos de las tarjetas de crédito, llamaron a vaciar anaqueles e inventarios a cuanta tienda o almacén lleguen y obligaron a bajar 30%, 50% y 70%, los precios sin atender la cadena de costos reales de las empresas.
Todo esto ha generado en la población una ficticia ilusión de prosperidad, de justicia social al pensar que se ha puesto al alcance de “todos” plasmas, electrodomésticos, línea blanca, juguetes, zapatos, vestidos, y un largo etcétera, y ha impulsado un consumo desmedido.
No hay porqué dudar que Maduro habilitado convierta al Estado en el gran y único importador de Venezuela, ni que consiga monopolizar la red de mayoristas y minoristas del país, dejando tal vez que subsistan algunos comercios que se plieguen al proceso. Lo que si hay que dudar es que esto sea sustentable y sostenible en el tiempo. Los precedentes de ingente corrupción y peor administración y gerencia que han dejado Mercal, PDVAL, los Bicentenario, los puertos y Cadivi hacen que los presagios sean negros.
Lamentablemente, pareciera que son pocos los venezolanos de las barriadas pobres que se han percatado que esto no es más que un circo, que terminará con una gran resaca, cuando en los próximos meses sean ellos precisamente quienes más sufran por la pérdida de sus empleos y por el alza incontenible de los precios de los bienes cuando logren tener acceso a ellos. Es difícil que en medio de esta barahúnda adivinen quién será el más afectado por toda esta lamentable situación, pues muy pocos de los que hoy se “benefician” de precios “justos” en bienes suntuarios que no necesitaban, quieren entender que lo que en semanas o meses les espera es una tarjeta de racionamiento para comprar los productos básicos para subsistir…
Como decía Oscar Yanes …¡Así son las cosas!
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