Por: Teodoro Petkoff/TalCual
Escribiré en primera persona, porque me atañe. Todos o casi todos los articulistas del oficialismo que quieren cobrarme alguna cuenta apelan sostenidamente a la cantinela del inefable “robo de las prestaciones” de las que yo habría sido autor. Primero que nada, valdría la pena preguntar si es que los trabajadores venezolanos hoy no cobran prestaciones.
Porque tanto se insiste en el tema que tal pareciera que desde 1997 las prestaciones sociales desaparecieron como derecho adquirido de los trabajadores y nadie las recibe al término de su contrato de trabajo. Naturalmente que no es así. Las prestaciones sociales continúan siendo parte integrante de los derechos adquiridos. Salvo en el caso de patronos inescrupulosos o maulas. ¿De dónde viene entonces la infame especie de que aquí se produjo un robo de las prestaciones? Obviamente de la mala fe y en ningún caso de la ignorancia o desconocimiento de la materia. Pero el tema se ha vuelto un caballito de batalla para atacar lo que fue mi gestión como ministro de Cordiplan. Por tanto, yo sería, según esta acusación, el “ladrón” de las prestaciones.
Es posible que gente no muy familiarizada con el mundo laboral crea que desde 1997 las prestaciones sociales, como derecho adquirido de los trabajadores, pasaron a mejor vida, escamoteadas por este editorialista.
Pero no hay nadie en Venezuela que hoy crea tamaño infundio porque aquí, al término del contrato de su labor, por cualquier razón, todo trabajador cobra sus prestaciones sociales. ¿Cómo es posible, entonces, que circule esa especie como moneda de buena ley? Porque es una manera de atacar con falsos argumentos. No teniendo por dónde golpearme, aquellos que me adversan apelan sostenidamente a esta canallada.
Todo proviene del cambio en el cálculo de las prestaciones sociales que una comisión tripartita (trabajadores, patrones y gobierno) estableció en 1997, en medio de un conjunto de reformas a la Ley del Trabajo. Lo insólito es que este nuevo método, al cual se califica de “robo”, es más beneficioso para el trabajador que el anterior, aunque, al mismo tiempo, facilita el cálculo de ellas a los patronos. Fue un juego de ganar-ganar. Si hubiera sido de otra manera y los trabajadores se hubieran sentido esquilmados, la protesta habría llegado a los cielos. Además, de otro modo no se comprendería porqué la Ley del Trabajo promulgada en 2012 por el chavismo incluyó en el capítulo de prestaciones sociales el método aprobado en 1997. Tuvieron 13 años sin reformar la ley para revertir el “robo”, pero cuando la modificaron mantuvieron el citado método. No fue así porque todo el que vive de su trabajo comprendió que ese sistema de cálculo lo beneficiaba. Sólo charlatanes politiqueros, a quienes ahora se suma Nicolás Maduro, blanden el argumento, ya desgastado. Hoy lo retoma Maduro, en una muestra, comprensible, de su escaso cacumen y de su poca originalidad. Se necesitaría ser un imbécil para creer que desde hace 16 años los trabajadores venezolanos dejaron de obtener sus prestaciones sin que se produjeran consecuencias ante lo que habría sido un robo monumental. Si tal cosa hubiera ocurrido El Caracazo habría quedado como una algarada de muchachos.
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