Por: Teodoro Petkoff/TalCual
¿Existe el CNE? Pareciera que no. Ni siquiera Chávez violó y violentó la normativa electoral, establecida por ley, del modo como lo ha venido haciendo Nicolás Maduro. No hay artículo de la ley que se le haya salvado.
El país está asistiendo a estas alturas, mala cosa, podría pensarse que hasta con resignación a una verdadera orgía de abusos contra la legislación electoral, amparada en un decreto oficial que declara precisamente el día de las elecciones como “Día de la lealtad y amor al Comandante Supremo”.
Peor aún, Maduro y su combo están violentando una tradición legal venezolana, prácticamente jamás ignorada, de que durante los días de celebración de comicios no se permiten actos y/o eventos públicos, del carácter que sea, y mucho menos, si poseen significación política. Esta vez, Nicolás Maduro ha sobrepasado todos los límites. Con su cara de “yo no fui” ha transformado el 8 de diciembre día de las elecciones municipales en una celebración pública, abierta, del PSUV.
Hablamos antes de “tradición” porque ya ni siquiera es necesario ejercer medidas de vigilancia y eventual coerción legal para impedir que aquella sea ignorada. Los venezolanos, a punta de más de medio siglo de vida electoral, nos hemos hecho a la idea de que los días en que se escogen mandatarios, de todos los niveles, están vetados para la realización de eventos de carácter político.
Tan acendrada está esta composición de lugar que el CNE apenas si se limita a hacer un exhorto meramente formal, con la seguridad de que a nadie se le ocurriría, en tales días, violar la ley. Pero llegó Maduro y mandó a parar. ¿Cuál es el propósito de tan estrafalaria decisión? Obviamente motorizar a los suyos con la sensiblería barata del recuerdo del difunto y, sobre todo, atemorizar a los opositores.
Nadie puede negar, incluso, la posibilidad de que ese día se torne harto riesgoso, dado que el mismo derecho que se abroga el gobierno para celebrar al difunto líder puede ejercerlo cualquiera en sentido contrario. En este país hiperpolarizado y cargado de agresividad, la posibilidad de que las “celebraciones” den lugar “contracelebraciones” no puede descartarse en modo alguno, de tal manera que la violencia pudiera apoderarse de las calles. Si de Maduro cupiera esperar un poco de sindéresis, debería dejar para mejor ocasión ese “día de la lealtad”. Pero se nota que el poder se le subió a la cabeza y, aunque no es imposible, es difícil que pueda echar atrás.
Y, a todas estas, ¿dónde está el CNE?, ¿qué hace el CNE ante este desafío brutal y brutal desafuero a su autoridad?; ¿existe el CNE? Con la excepción de la valiente y solitaria pelea que viene librando el rector Vicente Díaz, el resto del organismo las cuatro damas se muestra completamente ajeno al asunto. Es decir, la institución, en tanto que tal, ha permanecido ciega, sorda y muda. No ve, no oye, no habla sobre lo que está ocurriendo ante sus narices.
Nunca ha habido una determinación deliberada de ignorar la ley de la forma tan descarada como lo han hecho Nicolás Maduro y las cuatro señoras. Jamás.
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