El señor Maduro cumple hoy uno de sus sueños más queridos y adorados: como regalo adelantado de Navidad le llega, por arte y magia de zancadillas a la Constitución, una flamante Ley Habilitante para él solito, para su uso y disfrute, así como también para compartirla de vez en cuando (no mucho) para esparcimiento y desahogo emocional de su reducido entorno de gobierno.
Lástima que se le entregue un arma tan peligrosa a una persona que, sin ánimo de ofender en lo más mínimo su alta investidura, todavía no ha dado pruebas convincentes de su habilidad y destreza para dirigir por el mejor rumbo los destinos del Estado.
La Ley Habilitante sigue siendo un misterio porque, si bien han trascendido a los medios de comunicación las disposiciones del texto, no menos cierto es que, de acuerdo con la tortuosa forma de actuar del oficialismo, esa ley puede ser camaleónica y llevar dentro de sí la capacidad de transformarse para hacer daño y empeorar la crisis en la que estamos sumergidos. O también mimetizarse en un tsunami de demagogia y populismo que arruine aún más, material y moralmente, la Venezuela pisoteada que hoy sufrimos.
Las agencias internacionales, que siguen con atención este vodevil político, han advertido en sus despachos que el señor Maduro ha solicitado estos poderes especiales “para adecentar a Venezuela”. De manera que a los títulos oficiales que acompañan al señor Maduro por su alto cargo habrá que agregarle el de Gran “Adecentador” de la Comarca, lo que implica no pocos dolores de cabeza si se propone en serio “adecentar” a nuestro país.
El primer paso para imponer la decencia en Venezuela debería darlo al interior de su propio gobierno que, a juicio de los investigadores y expertos nacionales e internacionales, se ha ganado merecidamente un puesto puntero en todas las mediciones de corrupción en el continente americano. ¿Cómo va a actuar contra sus ministros y viceministros cuyo tren de vida alcanza niveles de lujo impagables con el modesto sueldo que reciben por prestar sus sufridos servicios a la patria?
Sería interesante que así como lanzó al pueblo contra los almacenes y centros comerciales, invitara a los venezolanos empobrecidos a buscar los miles de televisores pantalla plana que esconden las mansiones de los funcionarios, sus autos de lujo, sus vajillas y sus cubiertos de plata, sus muebles de diseño, sus yates, avionetas y casas de veraneo en las playas del mar Caribe.
Los venezolanos también agradecerían que adecentara la Guardia del Pueblo, la Policía Nacional, Policaracas, las aduanas y los puertos, a los militares que hoy están en puestos clave donde corre el dinero público, que adecente las embajadas y consulados de Venezuela nombrando personal profesional bien formado, los hospitales donde el robo de aparatos y medicinas es ley del día, que limpie las cárceles de drogas, armas y violaciones a los derechos humanos. Y de paso que ponga orden en La Casona.
Cort. El Nacional
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