Ayer, los diarios de circulación nacional, y los medios en general, dedicaron sus principales titulares a reseñar un hecho ocurrido el domingo que, en cualquier país civilizado, podría haber acarreado la renuncia o destitución de varios ministros y unos cuantos capitostes de los cuerpos de seguridad.
Pero eso es imposible en Venezuela pues, para colmo, el suceso ocurrió en lo que el régimen socialista y militarizado considera un objetivo a eliminar, la Ciudad Universitaria de Caracas. Las fotos del hecho parecieran pertenecer a alguna escena filmada por Quentin Tarantino para uno de sus violentos filmes.
Cuatro sujetos, presuntamente miembros de uno de esos colectivos apertrechados con armamento suministrado por el gobierno, irrumpieron en un quirófano del Hospital Clínico Universitario, para disparar a mansalva contra un paciente, su acompañante y los médicos y paramédicos que se afanaban por cumplir con su sagrado deber de salvar vidas.
El Hospital Clínico Universitario en teoría está adscrito a la Facultad de Medicina, pero en la práctica es regentado por Ministerio del Poder Popular para la Salud, lo cual permite a este despacho colocar en su jefatura a un médico amigo sin la menor idea de lo que es la administración hospitalaria, pero que sea experto en socialismo del siglo XXI.
En el hecho fueron asesinados dos hermanos (uno que, herido de bala en una pierna, estaba siendo sometido a una intervención quirúrgica y el otro que esperaba por su recuperación) que habrían sido perseguidos hasta el lugar de los acontecimientos por los mencionados sujetos. Un médico y su ayudante resultaron heridos.
Lo que en otras circunstancia podría ser tildado de “insólito episodio”, forma parte, desafortunadamente, de una cotidianidad originada, no tanto en la incapacidad de las autoridades nacionales de ponerle freno a un hampa desbocada, sino, más bien, en su complicidad con ésta para hacerse de aliados en su cruzada antiuniversitaria.
Lo cierto es que lo acontecido en la UCV no debe verse como un hecho aislado, sino como un ataque más de la revolución bolivariana contra una institución que no ha podido demoler: la universidad democrática; esta es la verdad verdadera: el chavismo y el madurismo que, al menos en sus modos de accionar, son una sola y misma cosa no entienden de libertad de cátedra ni de autonomía universitaria.
Por eso arremeten contra las casas de estudio que son emblemas de enseñanza superior en el país (UCV, LUZ, ULA, UDO, UC, USB, etc.) y las despojan de sus bienes y haberes, como hicieron con la Universidad Central cuando le birlaron espacios en la Zona Rental, o cuando expropiaron el edificio La Francia que era propiedad de la Universidad de Oriente.
En reiteradas oportunidades la rectoría de la Universidad Central de Venezuela ha solicitado a los despachos correspondientes la asistencia en materia de seguridad que estos están obligados a brindar, sin que haya obtenido ni respuestas satisfactorias ni la ayudas requerida, sobre todo en lo que respecta al hospital clínico considerado por la delincuencia como un auténtico paraíso.
Sin embargo, los asuntos que atañen a la protección ciudadana en áreas sensibles no se circunscriben a ese establecimiento: el presidente de la Federación Médica, Douglas León Natera, ha dicho que lo acaecido es “la gota que derramó el vaso” y clamó por mayor resguardo para los espacios sanitarios en general.
Mientras tanto, la rectora Cecilia García Arocha informó sobre la suspensión de actividades en la Facultad de Medicina debido, precisamente, a los hechos que han motivado estas líneas, lo que, sin duda, debe regocijar a quienes aúpan la actuación de colectivos como el Divino Niño contra lo que suponen es territorio enemigo.
Fuente: El Nacional
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