Por: VenEconomía 14Abr10
Mientras el primer mandatario hace un ejercicio paramilitar para mostrar su fuerza e incita a un "pueblo en armas" en aras de su utópica revolución, las cifras hablan de otra realidad del país.
El costo de la vida ha subido. Eso es innegable. Lo palpa cada venezolano en su vida diaria y lo certifican, tanto las cifras del Banco Central (BCV) como las del Centro de Documentación y Análisis Social de la Federación Venezolana de Maestros (Cendas).
En lo que discrepan el BCV y el Cendas es en el cuánto de la inflación. El caso es que, en los doce meses finalizados el 31 de marzo, el BCV dice que el costo de la vida aumentó 28%, mientras que el Cendas estima que el precio de su canasta básica es de 42%. ¿Por qué esta marcada diferencia?
En opinión de VenEconomía, la discrepancia de las cifras oficiales y las no oficiales está en la metodología de medición.
Si bien el BCV estaría haciendo un esfuerzo para reflejar ponderadamente el costo de la vida, sus cálculos no toman en cuenta, o lo hacen con retraso, los precios más altos que debe pagar el consumidor en el mercado informal, por algunos productos y bienes cuando no los encuentra en los anaqueles de Mercal, supermercados o abastos donde éstos se venden a precio regulado.
Además, pareciera que el BCV subestima el peso que tienen los alimentos en el presupuesto familiar. Así, se infiere que el BCV subestima el impacto de la inflación a nivel del consumidor.
Si bien la canasta del Cendas es muy básica, sus mediciones recogen mejor lo que está costando la vida, debido a que su monitoreo sí incluye los precios de los productos que venden los buhoneros.
Si se toman como más realistas los datos del Cendas, cabría preguntar cuáles son las consecuencias de ello para las empresas y los ciudadanos.
Una sería que la Unidad Tributaria estaría por debajo de su valor, lo cual supone un aumento oculto en los impuestos a las empresas.
Otra sería que el salario, los tickets alimentarios, las pensiones, e incluso, los subsidios de las misiones estarían subestimados.
Adicionalmente, si el incremento real es de 42% el impacto en la sobrevaluación del bolívar y en la competitividad de las empresas nacionales es mucho mayor del que se piensa. Es sumamente difícil para un productor nacional competir con las importaciones cuando sus costos suben a razón de 42% por año, mientras que los precios internacionales crecen a razón de 2%. El pecado original fue el imponer hace cinco años un control de cambio inamovible. De allí se derivó el que la devaluación de enero haya quedado corta en términos de la competividad de la producción nacional.
Es cierto, la solución no es fácil. El reto es lograr que el bolívar sea competitivo y a la par controlar la inflación. Pero, tampoco se trata de una meta imposible.
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