Mi comentario de la semana
La amnistía es posible. En su Aló Presidente pasado, Chávez mostró nuestra edición 290 y sin mencionarnos comentó la información que procesamos sobre los sucesos de abril de 2002. Criticando una propuesta de reconciliación, se preguntó con quién conciliar. Dándome por aludido voy a responderle. Más que una reconciliación planteé un ejercicio de justicia; considero que por la manera cómo se desarrolló el enjuiciamiento, nada mejor que amnistiar a quienes hoy permanecen presos por lo ocurrido aquel entonces. En política es muy difícil escupir para arriba sin que nadie corra el riesgo de ser alcanzado por su propio salivazo. El argumento esgrimido (más que todo por los recién llegados al proceso revolucionario) es que los sentenciados deben estar bien presos porque se aventuraron en un golpe de Estado.
Lo que no se dice es que el golpe de Estado ha sido la vía usual más expedita para cambiar lo establecido. Nuestra democracia emergió con el golpe de Estado del 18 de octubre de 1945. Betancourt fue uno de sus más destacados protagonistas y, no obstante, su pasado golpista no influyó en su insistencia para lograr un modelo democrático para Venezuela. Casi medio siglo después el país comenzaría la senda de la democracia protagónica a la cabeza de Hugo Chávez quien antes se constituyó en el más célebre de los golpistas del siglo XX. Por eso, resulta una comedia estigmatizar a quienes han intentado sacar del poder a Chávez por una vía distinta a la electoral. Tan golpista fue Betancourt como lo fue Chávez y más reciente Carmona. Ahora, Chávez se pregunta reconciliar con quién, yo le diría que ese proceso se inició desde el instante de su regreso el 13 de abril de 2002. ¿O es que acaso los banqueros y empresarios comprometidos con el golpe del 11A no andan libres por esa calles de Dios y hasta son recibidos por el propio Chávez? Nuestro titular de la edición pasada de 11A están presos los pendejos responde precisamente a esa situación. La amnistía es posible. No se trata de una muestra de debilidad sino de aplicar justicia, simplemente porque la justicia no es procedente si no nos alcanza a todos por igual. Tan golpista es el banquero que puso a la orden de los conjurados todo su poder financiero como el policía metropolitano hoy sentenciado a 30 años por haber servido de punta de lanza de ese banquero. Es más, si al caso vamos, todos los firmantes del decreto Carmona han debido ser sancionados. Sarcásticamente, quienes ahora pontifican con los preceptos democráticos y exigen la pena máxima para los conspiradores de hoy quitándoles toda posibilidad de una amnistía, son los mismos que en el pasado se acogieron a la pacificación propuesta por la IV República. Así como atrás quedaron los caídos del 11A, años antes quedaron los policías tiroteados a las puertas de las escuelas, víctimas de quienes quisieron tomar el cielo por asalto. Que lo diga Guillermo García Ponce si no es cierto, o Alí Rodríguez y tantos otros que se beneficiaron con los sobreseimientos cuartarrepublicanos. Que Elías Jaua se haga la cruz si no tiene responsabilidad moral con los imberbes liceístas que enfrentaban a la PM durante los disturbios fomentados cada jueves a las puertas de la UCV. ¿Yo me pregunto qué pensará ese insigne conspirador de toda la vida que ha sido Manuel Quijada? Un día cualquiera de 1962, tras participar en el Porteñazo, Manuel fue condenado, si no me equivoco, a 26 años de cárcel. Por supuesto que ni siquiera llegó a cumplir un tercio de la pena. Ironías de los procesos políticos. Equivocado o no Chávez se alzó el 4F y fue a dar con sus huesos a Yare, de donde salió amnistiado por Caldera. Cuando Chávez abandonó el Hospital Militar rumbo a Fuerte Tiuna con la disposición de cambiar su baja por la libertad, ni siquiera había pisado la puerta del tribunal. El indulto no fue un capricho de Caldera. Es probable que con Chávez preso aquel no hubiera concluido su gestión en la fecha prevista. Yo no creo que hoy el Gobierno se sienta amenazado por los presos del 11A, es previsible que esa prisión no le haga ni coquito, pero la administración de una justicia idónea es para todos y no se justifica tener al ciego preso cuando hubo reconciliación con quien le dio el garrote.
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