lunes, 12 de marzo de 2012

Sexo con tabú

No se trata de condenar a la prostitución desde una postura moralista. Cada quien es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera. El problema es, las condiciones de vida de las trabajadoras sexuales y la manera en que se ejerce el proxenetismo

PAULA VÁSQUEZ/NDO/TalCualDigital
En una columna del diario El Nacional titulada Sexo sin tabú sobre la prostitución en Caracas publicado el miércoles 7 de marzo, Elizabeth Araujo se libra a un ejercicio de especulación machista disfrazada de libre pensamiento. Cierto es que en la sociedad venezolana predominan los debates sobre el sexo pacatos e hipócritas.

Pero de allí a hacer una alegoría de la "prostitución popular", "en donde se practica la prostitución a precios solidarios" sin ir más allá y repitiendo clichés tales como que la prostitución "sirve para calmar la ansiedad de los varones" hace que en nombre de la libertad se encubra el machismo. En el debate actual en Francia por ejemplo, tanto la izquierda como la derecha apuntan hacia el "abolicionismo" de la prostitución porque mas allá de la libertad sexual del hombre, ésta engendra toda una suerte de fenómenos de explotación de las mujeres.

Claro que las mujeres son libres de hacer con su cuerpo lo que les parezca. El problema es que los dueños de los burdeles y los clientes se aprovechan de tal libertad.

No se trata pues de condenar a la prostitución desde una postura moralista. Cada quien es libre de hacer con su cuerpo lo que quiera. El problema es pues, las condiciones de vida de las prostitutas y la manera en que se ejerce el proxenetismo.

Para justificar los argumentos a favor de los "burdeles populares", en detrimento de otras formas más costosas y exclusivas y por el tono de la redacción menos simpáticas, en la mencionada columna se cae de nuevo en el lugar común de que la prostitución es una realidad universal, histórica y transcultural y resulta que no es así.

La explotación de la mujer por parte de los proxenetas obedece a realidades muy concretas, sociedades urbanas y muy desiguales, donde no hay garantías de tener una vida digna, donde las mujeres están sujetas a todo tipo de vejaciones y humillaciones sin márgenes de acción para ejercer otro oficio.

El hecho de la prostitución genera pues debate y remitirlo a un asunto de necesidad sexual del macho que tiene que calmar sus deseos a como dé lugar, de experiencia ideal de iniciación sexual del varón, no son tanto posturas de libre pensamiento sino de lugar común machista. La libertad es ante todo la del macho.

Me recuerda al principio que imperaba en Roma de la "licencia stupri" en el que las esclavas violadas eran inmediatamente prostitutas, modernizado en nombre de la apertura y de un pensamiento sin prejuicios ni tabús. Para salvarse, la autora le da la palabra a una ex prostituta que denuncia las terribles condiciones en las que se ejerce tal oficio en Venezuela.

Afortunadamente alguien lo dice. Pero darles la palabra a las prostitutas debería ser la cabecera del artículo y no las opiniones del dueño del burdel, cuyas lágrimas por el cierre de su establecimiento conmueven tanto a la autora.

No hay comentarios:

Publicar un comentario